Capítulo 4

 

4.

Sin Remitente.

 

Me sucedió la semana pasada por primera vez en la casa de Paul. Estábamos comiendo comida hindú mientras veíamos Law & Order cuando de pronto pasaron un capítulo en el que un chico homosexual era terriblemente asesinado. Inmediatamente sentí que me ahogaba no podía respirar, Paul creyó que me estaba ahogando con la comida y trató de darme primeros auxilios. No sabía como decirle que lo que tenía era que no podía respirar hasta que de algún modo volví a la normalidad. De inmediato fuimos al médico y me dijo que había sido un ataque de pánico ¿Por qué? No lo sé. O tal vez si pero no quería saber cual era la razón. Dos días después volvió a ocurrir, pero esta vez fue de una manera distinta. Paul y yo estábamos haciendo el amor cuando de pronto la luz de las sirenas de las patrullas entró por la ventana. De inmediato se me fue el aire pero esta vez tuve un poco mas de calma y pude controlarlo. La última vez sucedió anoche y lo peor fue que en esta ocasión me encontraba solo en casa. Ya me estaba preparando para dormir temprano y tratar de olvidar lo que había pasado la semana pasada cuando escuché un ruido en la puerta principal. Al principió solo creí que era Adriana que trataba de entrar a la casa pero pasaron 5 minutos y no se escuchó ningún ruido de que abriesen o cerrasen la puerta. Dejé mi lectura y me dirigí hacía el salón donde no había nadie, miré la puerta y la abrí pero no había nadie en el pasillo. La cerré y pensé que me estaba volviendo loco cuando de pronto al cerrar la puerta, esta se atoró con una nota que venía en un sobre. Le levanté pero antes de abrirla decidí ver quien era el remitente y destinatario pero el sobre estaba en blanco. Decidí salir hasta la calle para ver quien había dejado la nota en la casa pero no había nadie y ya era demasiado tarde como para que el cartero entregara sus cartas. Toqué la puerta del departamento de Jesús pero no estaba en su casa, las luces estaban apagadas y el silencio en el lugar era escalofriante.

A la mañana siguiente estaba en Starbucks con Marcos y Gilberto, no podíamos si quiera hablar de todo lo que había sucedido últimamente pero si sentíamos un alivio al haber pasado más de una semana sin ningún ataque.

—¿Y que hicieron anoche? —preguntó Gilberto para romper el silencio.

—Nada —le respondí y volvimos a ese silencio incomodo.

—Yo y Fernando fuimos a una orgia por Cuernavaca —dijo Marcos.

Gilberto y yo miramos a Marcos y para evitar que nos contara mas detalles comencé una plática.

—Ahora que lo recuerdo; sucedió algo extraño anoche. Recibí una carta que no tenía nombre de quien la había enviado.

—¿Qué decía? —preguntó Gilberto.

—No sé no la quise abrir, no se ni para quien es ni quien la mandó, intenté preguntarle a Jesús si había visto a alguien pero no estaba en su casa, me dio mucho miedo.

—Es solo una carta no es una bomba —dijo Marcos.

—Como sea a mi me enseñaron a no abrir cartas que no fueran para mi —les dije y bebí de mi café.

—Hay algo muy extraño en Jesús que no me da buena espina ¿Recuerdas el sujeto con el tatuaje de Batman que crees haber soñado? —le preguntó Gilberto a Marcos.

—Vagamente ¿Por qué? —respondió Marcos.

—Jesús tiene uno igual en el mismo brazo que el de tus sueños.

—Eso no nos dice nada, muchos se tatúan eso —le dije a Gilberto.

—Solo es una coincidencia —agregó Marcos.

—¿Y no es mucha coincidencia que Jesús fuera el único que estuvo presente cuando asesinaron a Víctor? ¿Eso no nos dice nada? —dijo Gilberto, y Marcos y yo nos quedamos pensando.

 —¿Estás sugiriendo que Jesús, no espera, sugieres que mi vecino es el asesino que buscan? —le pregunté a Gilberto.

—Pues solo dije que no me da buena espina, tampoco puedo asegurar que él es un asesino en serie.

—Aun que podríamos averiguar si es o no es. Tenemos nuestros recursos. O mejor dicho: nuestro recurso —dijo Marcos mirándonos.

—¿Alex? —preguntó Gilberto.

—Ni lo pienses, el pobre casi muere y ni hablar puede —les dije.

—¿Y tu como sabes? Ni siquiera has ido a ver como está, ni le has llamado, ni un Tweet le has mandado ¡Nada!

—No he tenido tiempo. Además aun no hemos resuelto nuestros problemas desde lo que pasó con Víctor.

—Oh Dios ¿Aun no superan su absurda pelea de reinas? —dijo Marcos mientras se reía.

Me levanté de la mesa y ordené las cosas de mi mochila.

—Marcos no hablaba en serio ¿Por qué te vas? —preguntó Gilberto.

—Ya sé que no era en serio pero debo irme o llegaré tarde a la casa de Paul —les dije tratando de huir de sus comentarios.

—Está bien. Hablamos más noche por Facebook —dijo Gilberto.

—Si —le respondí y me fui lo más rápidamente posible.

Marcos y Gilberto se quedaron confundidos de porqué me había ido así sin mas. Sabían que había querido evitar hablar de la delicada salud de Alex. no se esperaban que reaccionara así.

Camino a casa de Paul iba pensando en que debía hacerle una visita a Alex, después de todo le estimaba mucho pero es solo pensar en verlo ahí encerrado en su casa sin querer hablar con nadie me daba miedo. No quería verlo en ese estado mental.

 

Y en el departamento, Adriana se preparaba para enfrentar a María y decirle que tenía una semana para recoger sus cosas y largarse de su casa, después de todo, María no hacía más que ver televisión, dormir y últimamente pasar horas en mi laptop. Adriana se acercó a María quien estaba echada en el sofá vistiendo fachas como siempre.

—María, es obvio que tenemos que hablar de algo —dijo Adriana un poco molesta.

—No, ahorita no puedo estoy platicando con alguien y la plática no se había puesto así de interesante desde hace mucho tiempo —le contestó María y siguió escribiendo.

—María ponme atención que esto no te lo voy a repetir —dijo Adriana y María solo la ignoraba—. María, ¡María! ¡Que te estoy hablando! Hazme caso.

—Adriana ahora no, estoy platicando con alguien que me hace reír de una forma bonita ¿Y sabes desde hace cuanto tiempo no he reído así? ¡Desde que Fox era presidente!

—¿Quién es? —preguntó Adriana.

—Se llama Alberta, vive en Coyoacán y llevamos casi una semana platicando por horas ¡¿No es bonito?!

—¡Ah! No sabía y claro que si es muy bonito, pero ¿En donde se conocieron? No has salido de aquí hace días —Adriana olfateó a María—. Y tampoco te has bañado hace días.

—Da igual. Nos conocimos por Instagram, a ella le gustan mucho mis fotos me ha preguntado que si no soy fotógrafa —dijo María y rio—. Y después nos pasamos nuestro Facebook y hemos platicado por aquí todo el tiempo. Creo que la amo.

—No puedes amar a alguien que ni conoces, es solo alguien que te dice palabras bonitas por Chat y tú te las crees. Además ¿Cómo sabes que la persona con quien hablas es en realidad la misma de las fotos?

—¡No seas tontita! También hemos platicado por teléfono.

Adriana se sentía como si estuviera hablando con la pared.

—Es inútil platicar de algo serio contigo ¡Me largo!

Dijo Adriana y salió de la casa, María siguió con lo suyo e inmediatamente regresó Adriana.

—¿Sabes qué? ¡Yo vivo aquí!

—¿Qué es lo que te ocurre? ¿Estás celosa? ¿O porqué de pronto tanto enojo sobre mí? —dijo María.

—¿Estar celosa? ¡¿Celosa de ti?! ¡Sí como no y también quiero que Hitler regrese del mas allá —dijo Adriana sarcásticamente.

—Y te sigues negando a, —dijo María pero enseguida guardó silencio—. Nada, olvida lo que iba decir.

—¿Qué me sigo negando a qué? ¡¿A qué me gustan las chicas?! Por favor aun sigues con eso, ya supéralo.

Adriana se volvió a salir del departamento azotando la puerta pero nuevamente volvió a entrar y se acercó a María.

—¡Y además! ¡¿No crees que sí me gustaran las chicas me gustaría alguien que estuviera mejor que tu?! ¿O qué por lo menos usara un poco de maquillaje? —dijo Adriana enfurecida.

—Oye tranquilízate. Sí tú dices que no entonces no y ya tampoco me hagas todo un circo.

—Sí claro y ahora tratas de utilizar la psicología inversa, ¿Pues adivina qué? Conmigo no funciona.

—Adriana.

—¿Ahora qué?

—Alguien metió una carta por debajo de la puerta.

Adriana volteó a ver y en efecto alguien había metido una carta debajo de la puerta. Adriana y María salieron y abrieron la puerta pero no había nadie.

—Mira. La puerta de afuera está abierta —dijo María.

—Tu lo que intentas es cambiar el tema —concluyó Adriana.

 

Horas después del medio día, en el centro de la ciudad. Marcos se encontraba en la hora de su comida pero aún tenía el sentimiento de culpa de haberle dicho a Fernando que no quería tener una relación con  él así que como necesitaba sacar eso de su cabeza se fue a un lugar distinto en vez de ir a comer al restaurante al que siempre asistía. Marcos se fue directamente a la Avenida Presidente Masaryk donde halló consuelo de sus más viejos amigos, Gucci, Hugo Boss e incluso Zara. Marcos salía de comprar unos zapatos en Louis Vuitton cuando a lo lejos vio a Fernando de la mano de un sujeto, Marcos se escondió agachado detrás de un auto y observó de lejos. Marcos estaba confundido ya que parecía que Fernando conocía al sujeto de tiempo atrás. Fernando abrazó al tipo y Marcos estaba que se moría de celos, esto no le había pasado con nadie más.

—Disculpe ¿Se le perdió algo?

Le preguntó un sujeto que se acercó a donde estaba Marcos.

—¿Qué? ¡No! Yo solo perdí la llave de mi coche y recordé que guardo una copia en las salpicaderas —se excusó Marcos—. ¡Lo ve! Aquí esta —le enseñó la llave.

—Si señor pero resulta que ¡Este es mi coche! —dijo el señor con un tono muy alterado—. ¡Policía! ¡Policía!

El señor comenzó a gritar como loco y Marcos trató de calmarlo y tranquilizarlo. La demás gente que se encontraba cerca comenzó a mirarlos incluyendo claro a Fernando y al susodicho. Los guardias de seguridad llegaron en tan solo unos segundos.

—¡¿Marcos?! —exclamó Fernando al llegar al lugar.

La policía llegó y sometió a Marcos. El dueño del auto seguía alterado y gritaba una y otra vez que lo metieran a la cárcel. Los policías metieron a Marcos a la patrulla y se lo llevaron.

Un par de horas mas tarde Marcos salía libre y en la salida de la delegación se encontró con Fernando. Fernando tenía las cosas que Marcos había comprado.

—¿Cómo es que me han dejado salir de ahí? —preguntó Marcos.

—¿Hablas en serio? Estos policías lo único que quieren es dinero, así fue como saliste —respondió Fernando.

—Como sea, gracias por sacarme. Es obvio que todo fue un mal entendido. No tenía intención de robar ese coche ¡Por Dios! Tengo mejor gusto en autos —dijo Marcos.

Ambos caminaron un poco.

—Pero entonces no lo entiendo. Tenías la llave del coche en tu mano y le dijiste al dueño que ese era tu auto ¿Cómo es eso?

—Bueno fácil explicación, —dijo Marcos y se quedó callado—. Me estaba abrochando los zapatos y vi que la llave del auto estaba en el suelo, la levanté para colocarla donde supuse que debería ir pero el cabrón creyó que me lo quería robar.

La historia de Marcos no sonaba muy convincente y Fernando solo lo escuchaba con una sonrisa que decía que no le  creía nada.

—¿Y me viste platicando con Eric? —preguntó Fernando.

—¿Verte? ¿Cuál Eric? Ya te lo dije, me estaba abrochando los zapatos cuando de pronto llegó ese viejo exagerado.

—¿Sabes porqué no te creo nada?

—¿Porqué? —preguntó Marcos.

—Para empezar por qué traes mocasines. Y aparte ya te conozco lo suficiente para saber que mientes —dijo Fernando—. Vamos, tenemos mucho de qué hablar y también mucho que comer.

—Bueno, —siguieron caminando—. Gracias por haber pagado la mordida debió haber sido cara, te lo compensaré.

—No hace falta tu mismo la pagaste. Le di al policía un abrigo que acababas de comprar ¡Ahora se soborna con moda!

 

Por la noche, después de un día de actualizar varías páginas web para negocios miserables, regresé a casa cansado y con ganas de dormir mucho. Pero si lo que planeaba encontrar en casa era tranquilidad entonces estaba muy equivocado. María, Gilberto y Paul estaban viendo una película con el volumen muy alto.

 —Ya llegué.

Les dije al cerrar la puerta pero nadie parecía haberme escuchado. Me senté junto a Paul.

—Ah ya llegaste —dijo Paul.

—No me digas, —dije sarcásticamente—. ¿Qué están viendo?

—No se como se llama. Un sujeto que asesina mujeres para robarse su aroma pero aun no entiendo nada —contestó Paul.

Le miré confuso y me levanté. Me dirigí a la cocina y miré que había un sobre pegado en la puerta de la nevera, el sobre era igual al que me habían mandado la otra vez.

—¿Quién y porqué ha sacado esta carta de mi cuarto? —pregunté algo enojado.

—¿De que hablas? Ese sobre acaba de llegar hoy —dijo María.

Esto me preocupaba aún más de lo que ya estaba. Ahora no solo tenía dos sobres sin remitente ni destinatario sí no que tenía pánico. No me quedé sin hacer nada y me dirigí a mi habitación a por el otro sobre, la curiosidad me mataba y en realidad quería saber que había en ese sobre pero no lo abriría sin saber que era. Salí de la casa y caminé hasta el buzón para deshacerme de las cartas. Nadie me iba a intimidar.

—¡Hola! ¿A dónde vas?

Me preguntó Adriana al aparecer caminando muy abrazada  con Jesús. De algún modo me espantaron y di un salto.

—¡Hola! Yo solo iba a la tienda ¿Y ustedes? ¿De donde vienen?

—Fuimos al cine. ¿Vas a mandar cartas? —preguntó Jesús.

—¿Qué? ¡Ah! Esto. Si resulta que nos han llegado por error y decidí regresarlas —dije dudosamente.

—¿Aún se mandan cartas? Creía que ahora todo era por internet. Además ¿Quién manda una carta sin datos? —dijo Adriana y señaló las cartas que aun yo tenía en la mano.

Me quedé congelado.

—Ya lo sé, ¡Qué clase de pendejo!

Dije y metí las cartas en el buzón.

Ya que había mentido sobre que iba a la tienda decidí ir a comprar algo para no ocasionar más preguntas y cuando iba de camino a casa vi que alguien salió del edificio. Era alguien que no vivía ahí pero tampoco pude ver como era.

 

En el medio día del día siguiente Gilberto y yo nos encontrábamos en el súper mercado comprando lo indispensable. Gilberto iba a invitar a cenar a los padres de León a su casa con su tía Gertrudis y yo lo que necesitaba era estar acompañado las 24 horas del día ya qué fuera quien fuera el que mandó esas cartas había logrado darme mucho miedo.

—Te lo juro Gilberto, me siento como si alguien me estuviera acosando ¿Qué tal si sigo yo en la lista? ¿No crees? Después de todo, los últimos asesinatos qué ha habido han estado de alguna manera u otra relacionados con nosotros —le dije.

—¿Crees que les gusten las pechugas al carbón? —me preguntó.

Gilberto no me tomaba en serio y trataba de cambiar el tema.

—Lo único que creo es que en realidad te están volviendo loco.

—No Gilberto, ¡Piénsalo! El primer asesinato era conocido de Marcos y Marcos ésta relacionado conmigo, el segundo fue el amigo de Alexis, Víctor, ¡Y el último es peor! Por qué asesinaron al pretendiente de Alex, Jonathan, y Alex esta vinculado conmigo ¿¡Aun crees que me estoy volviendo loco!? —dije fuera de control.

—Y te seguiré preguntando una y otra vez ¡¿Por qué no abriste el maldito sobre?! —exclamó Gilberto.

—No lo sé y eso no es todo ¿Recuerdas que ayer cuando llegué a casa María me dijo que había llegado una carta? —le pregunté a Gilberto y Gilberto asintió—. Pues esa carta era igual a la que había llegado antes estoy muy muy asustado no me quiero quedar solo en casa mañana, Adriana no va estar se va ir a  un concierto de Jesús ¿Y que tal si me sale un asesino en serie debajo de la cama? ¿Qué tal si al momento de abrir la puerta para recibir la comida China el sujeto quiere asesinarme? ¡¿Qué voy hacer?! —dije desesperado y sujeté a Gilberto por los hombros.

—Primero que nada suelta mi camisa por qué la estás arrugando, y en segundo lugar debiste haber abierto esas cartas. Cuando te llegó la primera lo comprendí un poco ya qué no era tu correo pero sí recibiste dos cartas entonces debiste abrirlas —dijo Gilberto.

—Hubiera deseado que las hubiera abierto alguien chismoso cómo María, ¡Mierda! ¿Por qué no puede ser chismosa cuando uno lo desea? Por favor Gilberto ven a mi casa y quédate a dormir esta noche no quiero estar solo me cago de miedo. ¡O mejor aún! Voy a tu casa.

—Ahora si qué enloqueciste.  Invitaré  a mis suegros a cenar y lo sabes, no le puedo fallar a León después de todo aquel mal entendido sobre el VIH. Además Alex esta ahí y aún esta deprimido y enojado.

—Ésta bien pero si mañana encuentras a tu mejor amigo mutilado, no quiero que te sientas culpable.

—No te preocupes —dijo Gilberto.

—Aun que si me invitaras a tu casa yo me quedaría en tu habitación escribiendo con mi Tablet y nadie se enteraría de que estoy ahí.

—¡Dije qué no! —exclamó Gilberto.

—¡Por favor! ¡No le eches tierra a mi ataúd! —le dije de rodillas.

—¡Esta bien! Carajo. Pero nada de fumar adentro.

Di un salto de gusto y seguimos con las compras.

 

A pesar de que Adriana le había dicho a María que era peligroso platicar con alguien que no conocía, María siguió con sus pláticas candentes y también siguió diciéndole a Adriana que estaba celosa. Y Adriana para demostrarle que no estaba ni tantito celosa se puso un vestido nuevo y muy, muy caro para salir con Jesús. Adriana no tenía muy en claro lo que quería dar a entender pero si quería dejar claro que quería mucho a Jesús y a nadie más.

—¿Y qué tal me veo?

Le preguntó Adriana a María dándose una vuelta entera luciendo su vestido nuevo.

—¿Qué exactamente quieres que diga el vestido de ti?

—Bueno quiero que diga que soy hermosa, que tengo un magnífico novio y que estoy lista para decirle que lo amo —dijo Adriana.

—Pues con ese vestido lo único que das a entender es que vas a tener mucho sexo esta noche con alguien que sabes que no amas del todo.

—¡Óyeme! Tal vez llevemos poco de conocernos pero es mas el tiempo que llevo de conocerlo qué el tiempo que llevo conociendo te a ti —dijo Adriana arreglándose en el espejo.

—¿Y quién está hablando de mí? ¡Lo vez! Sabes que te atraigo, soy irresistible, ven nena hazme tuya ¡Oh si, oh si! —dijo María de una forma un tanto burlona.

—Ni en tus sueños lograrás hacerme tuya machorra mugrosa.

—No y ya no me interesa ¿Adivina quien va a verse en persona con la supuesta machorra mugrosa? Así es. Alberta y yo hemos quedado.

Aun que Adriana sabía que María no le interesaba sexualmente si le interesaba de una forma distinta. Adriana se preocupaba por María.

—¿Estás segura de que vas hacer esto? Digo, a veces las personas son muy distintas en persona te lo digo porque ya me pasó una vez.

—No es posible ¿Tu ligando en línea? ¡Cuéntamelo todo!

—Se me hace tarde para ir por Jesús —dijo Adriana excusándose.

—Por favor cuéntame. No creo que vayas a llegar tarde con Jesús, vive aquí a lado —insistió María.

—Solamente te voy a dar unos consejos que debes seguir al pie de la letra —dijo Adriana sentándose en el sofá—. Sí te dice que vayas a su casa inmediatamente después de cenar entonces dile qué no. Sí te dice que si pueden venir a tu casa entonces definitivamente no. Pero si te dice que vayas a su casa y te quedes a vivir ahí entonces dile que si.

—Tú te estás burlando de mí. Además ya no tienes de que preocuparte ya he estado buscando un nuevo lugar a donde irme a vivir.

—Si claro cómo digas.

En ese instante llamaron a la puerta. Adriana abrió la puerta y era Jesús.

—Aunque en cierto modo si me estaba burlando de ti en serio deberías seguir mis consejos —dijo Adriana y salió con Jesús.

Claro que María no iba seguir los consejos de una heterosexual, las reglas no eran las mismas y tampoco la forma de divertirse eran las mismas. Así que María mandó un mensaje a Alberta diciéndole qué en lugar de ir al cine y a cenar como sí fuesen heterosexuales mejor fueran a bailar a un buen antro.

Ya en la madrugada. María se despertaba, se estiraba y se tallaba los ojos cuando vio en la cocina a Jesús en ropa interior. María intentó volverse a dormir pero se dirigió al baño donde se encontraba Adriana.

—¡Perdón!

Dijo María al abrir la puerta sin tocar. Se quedó callada un instante recordando lo que Adriana le había dicho. Volvió a abrir la puerta.

—Ahora me toca a mí darte un consejo. ¡No des consejos que ni siquiera tu misma sigues! —dijo María y cerró la puerta sonriendo.

—¡Pero estoy cagando! —gritó Adriana.

 

En la mañana en Starbucks estábamos todos, menos Alex, platicando de lo que le había pasado a Marcos en Presidente Masaryk. Nos contaba que el escandalo había llegado hasta los oídos del jefe del bufete donde trabajaba y que le habían despedido por temor a que les diera una mala imagen. Marcos había intentado que no lo echaran pero aparte de que se enteraron de que estuvo detenido también se enteraron de que salió libre sobornando a los policías.

—Les dije que técnicamente no fui yo, ya qué fue Fernando quien dio el soborno a los policías no tuve nada que ver. Oh mierda este chico me va meter en muchos pedos —dijo Marcos angustiado.

—Bueno ni como ayudarte, estás en la ruina —dijo María.

—Gracias por tu apoyo —contestó sarcásticamente Marcos.

—No te pongas así. Debes de tener algún ahorro o alguna otra inversión por ahí en algún lado ¿No? —le dije.

—Con mi cuenta bancaria viviré solo una semana o máximo dos y tengo miedo. No quiero regresar a Brasil para que mi padre me ponga a trabajar 20 horas como pescador —dijo Marcos entre lágrimas.

—No llores, —dijo Adriana abrazándolo—. Venderás tu departamento, venderás tu auto y dejarás de salir tantas veces en la noche y disminuir las compras ¿Lo ves? Saldrás adelante.

De cierto modo las palabras que Adriana le dijo a Marcos no mejoraron la situación, ya qué de solo pensar que lo perdería todo se volvió a llorar. Todos miramos a Adriana con culpa.

—¿Qué? Yo solo digo que debe haber como 2 millones o más en todas tus posesiones ¡Eres abogado! —dijo Adriana.

—3 millones 736 mil pesos exactos tengo contando mi efectivo y a eso habría que restarle el café y las magdalenas qué estoy consumiendo.

—¡Dijiste tres millones! Carajo, y yo no tengo ni para comprar los utensilios que me piden en la escuela —dijo Gilberto.

—Pues ese dinero deberías guardarlo por sí se presenta una emergencia —dijo Adriana.

—¿Qué estás loca? Mejor voy a disfrutar mi dinero como se debe, comenzando mañana en la noche los invito a todos al nuevo antro Lotus, dicen que es el nuevo Boys —dijo Marcos.

—¿No dices que apenas y te alcanzará el dinero para dos semanas? ¡¿Cómo que  el nuevo Boys?! ¿Qué sucedió con Boys? —pregunté.

—¿Qué no te enteraste? ¿En que mundo vives? Después del accidente en Boys en el que todos quisieron salir al mismo tiempo lo cerraron. Ahora va ser un simple café —dijo Gilberto.

—Ese no es el tema del que estamos hablando. Estamos hablando de que Marcos nos va invitar a salir mañana ¿Qué no? —preguntó María con un tono de interés.

—Ese tampoco es el tema. Marcos, el dinero deberías gastarlo en algo que te vaya a traer mas dinero para que puedas vivir en un futuro, no se quizás deberías poner tu propio bufete.

—¿Mi propio bufete? ¡Mierda, no! Estaba triste porque ya no me iban a conservar en el bufete pero no estoy triste por dejar de ser abogado, era un trabajo de mierda. Quizás tengas razón voy a buscar algo que me traiga beneficios y además algo que me guste.

—Bien. Y cambiando un poco de tema, Gilberto ¿Cómo está Alex? —preguntó Adriana.

—Aún esta mal. Su papá ha ido a verlo pero él se niega siquiera a hablarle. Incluso mi tía ya está preocupada y cuando una anciana senil se preocupa por otras personas entonces eso es un problema.

—Alex ni siquiera conocía al sujeto que asesinaron, solo platicaron y cogieron por dos días, no entiendo porque está tan triste —dijo Marcos.

—Pues no debe ser nada fácil ver que asesinen a otra persona enfrente de ti. Lo conociera o no debió ser muy traumático para él. Pobre, primero la separación de sus padres y ahora esto —dijo Adriana.

Me entró un sentimiento de culpa ya que ni siquiera me había tomado la molestia de preguntarle a Gilberto como estaba Alex, mucho menos había llamado o ido a verlo. ¿Pero como se supone que voy a llegar? Diciéndole hola ¿Me recuerdas? Soy el responsable de que asesinaran a tu amigo Víctor. En resumen no creía que debía ir a visitarlo ya qué no sabía cual era su reacción.

—¡¿Idiota te estamos hablando?! —me gritó María.

—Perdón ¿Qué decían? —les pregunté.

—Definitivamente estás viviendo en otro mundo —dijo Gilberto.

—No sean crueles, Andy esta enamorado —dijo burlonamente Marcos.

—Decíamos que deberíamos mandarle unas flores y chocolates entre todos, para levantarle el ánimo y cuando digo entre todos eso te incluye a ti también Andy —dijo Adriana.

—Claro, tomen —les di un billete—. Debo irme.

Me levanté de prisa. No sé que pasaba qué cuando hablaban de la situación de Alex me sentía incómodo y hasta culpable, sin mencionar que también me sentía algo mamón.

—¿Creen que no le importe Alex? —preguntó Adriana.

—¿De que estás hablando? Andy es mi amigo desde hace tiempo y se distinguir cuándo ésta preocupado pero no lo quiere admitir. A lo mejor se siente culpable o simplemente ésta tratando de mantener su  orgullo intacto —dijo Marcos.

—Y no solo eso después de las cartas que ha recibido —dijo Gilberto.

—¿Cartas? ¿Cuáles cartas? —preguntó Adriana.

—¡Un momento! ¿Estás tratando de decirnos que todas esas cartas que han llegado a la casa son para el? ¿Pero como lo sabe? Ni siquiera tienen datos de quien la envía. —Dijo María.

—Creo que no debí decirles nada —dijo Gilberto.

—¿María, han llegado mas cartas aparte de la que recibimos el otro día? —preguntó Adriana desconociendo el tema.

—Si, son como 5 pero ninguna he leído, seré muy chismosa pero tampoco tanto, además planeaba regresarlas por el buzón.

Adriana se quedó pensando y enseguida tomó sus cosas y salió corriendo del lugar.

—Parece que hoy todos están misteriosos —dijo Marcos.

 

Esa tarde Jesús llegó a su casa después de ensayar con su grupo, cuando llegó a la puerta de su departamento notó que la puerta estaba abierta, el pobre no supo si entrar o salir corriendo pero de pronto recordó que tenía algo muy importante guardado en un cajón de el armario de su cuarto y decidió entrar ateniéndose a las consecuencias. Cuando entró lo qué notó fue un total desorden, parecía como sí alguien estuviera buscando algo en especial. Jesús angustiado se asomó por la ventana para tomar aire hasta que el sonido de la grabadora de mensajes de su teléfono comenzó a sonar.

—Tengo lo que quería grandísimo hijo de puta, y no solo encontré lo que quería, sí no que encontré más de lo que quería. Cuídate Jesús o mejor aún, cuida lo que hay a tu alrededor —decía el mensaje.

Jesús sabía claramente quien había sido el que entró a su departamento. Jesús se quedó paralizado por el miedo pero en seguida sacó sus maletas debajo de la cama y metió tanta ropa como pudo pero no le sería tan fácil huir esta vez de su pasado ya qué quien entró a su departamento no solo robó aquel objeto, sí no que también robó todo su dinero.

 

Esa noche cómo Adriana saldría con Jesús, María tendría una cita y la casa estaría sola, me fui a casa de Gilberto para no estar solo. Los padres de León habían confirmado su asistencia y Gilberto estaba vuelto loco. Supongo que es normal cuando estás por conocer a tus suegros. Aunque Gilberto ya los había visto unas cuantas veces, jamás habían tenido el tiempo de platicar más a gusto. Cuando llegamos cargando un montón de bolsas del supermercado vimos que la tía de Gilberto acompañaba a Eduardo, el padre de Alex, a la salida. De nuevo me sentí incómodo ya que sabía que era inevitable que el tema de Alex saliera a flote en este encuentro.

—¡Ah! Mire ya ha llegado. Hijo, le decía al señor Edgardo, —dijo Gertrudis confundida—, qué no se tome personal lo que hace Alex con él. Le dije que no ha querido platicar ni siquiera con sus amigos.

—Eduardo, señora —le aclaró Eduardo a Gertrudis.

—¿Quién es Eduardo? —preguntó Gertrudis.

—Olvídalo tía. Pero si, mi tía tiene razón. Alex apenas y sale para comer y dudo que quiera hablar con usted aún más —dijo Gilberto.

—Debe haber alguna manera para reanimarlo. He llamado a su madre pero no me contesta, parece que decía en serio cuando dijo que no quería estar mas en nuestras vidas —dijo Eduardo.

—¡Si será hija de puta! —exclamé—. Perdón.

—Algo debe hacerle falta o quizás alguien no lo sé quizás ya no me quiera pero lo conozco. Cuando tenía 8 años tenía un perro llamado Obi-Wan y un día de la nada el perro desapareció y estuvo triste alrededor de un mes entero y no se le quitó hasta que vio a su abuela. Alex tenía mucho tiempo sin ver ni platicar con su abuela.

En ese momento llegó León acompañado de sus padres.

—Buenas noches —dijo la madre de León.

Eduardo se despidió cortésmente y se fue.

 

Más tarde en el mismo lugar. Me encontraba en el cuarto de Gilberto tratando de mejorar una página web desde mi Tablet pero aparte de que me resultaba incómodo no me podía concentrar sabiendo que en la habitación de a lado estaba mi amigo muriendo de depresión y en la otra habitación estaba Gertrudis sacando de quicio a los padres de León.

En esa misma habitación las cosas no marchaban muy bien ya que Gertrudis no dejaba de hablar de todas las operaciones que había tenido en su vida y no dejaba conversar a Gilberto con sus suegros. Salí a la cocina por un vaso de agua tratando de no interrumpir.

—¡Andy! Qué bueno que saliste. Debes probar el pastel que me maté haciendo en la cocina —dijo Gilberto tratando de callar a su tía.

—No lo has hecho tu lo has, —dije pero Gilberto me interrumpió.

—Bla, bla, bla mucha plática y muy poco comer pastel.  Ven siéntate —dijo Gilberto.

Pasaron unos segundos de silencio ya que todos comíamos el dichoso pastel. Hasta que Gertrudis intentó volver a hablar.

—Cuando era joven las mujeres hacíamos el pastel para nuestros invitados pero ahora —dijo Gertrudis y Gilberto interrumpió.

—¡Tía! Se te ha acabado el pastel, ten toma otro pedazo —dijo Gilberto y le sirvió una enorme rebanada.

—Y Gilberto, León nos dice que estudias medicina ¿Es verdad eso? —preguntó Patricia la madre de León.

—Si estoy en la UNAM afortunadamente y no tienen idea de cuanto trabajo se realiza ahí. A veces pienso que elegí la carrera equivocada.

—No lo creo. Nosotros queríamos que León estudiara lo mismo que tu pero bueno no podemos influenciar en la vida de nuestros hijos ¿No lo cree doña Gertrudis? —preguntó Miguel el padre de León.

—¿Gertrudis? ¡Oh si! Más de acuerdo no podría estar con usted. Sí yo hubiera estudiado medicina o cualquier otra cosa ahora no viviría tan humildemente y mi sobrino tendría dinero para comprar el material y otras cosas que le piden en su escuela. Jamás debí haberme casado.

—Dígamelo a mí, —dijo Patricia—. ¿Y que sucedió con su esposo?

—Me dejó por una ramera que era 10 años menor que él.

—Tía. Come tu pastel.

—Es lo que no entiendo ¿Para que casarse sí vas a ser infiel? —pregunté.

Aparentemente jamás debí hacer esa pregunta ya que había abierto una caja de pandora que no se podía cerrar. Gilberto miró a León. Patricia miró a Miguel y Gertrudis miró su pastel.

—Tienes mucha razón muchachito, nunca se sabe con quien se va revolcar tu marido o que enfermedades te puede infectar —dijo Patricia.

—¡Mujer! —exclamó Miguel.

—¡¿Qué?! ¿Acaso te da pena que los demás sepan lo que le hiciste a nuestro matrimonio? ¡No tienes de que avergonzarte! ¿O si? ¡Averigüémoslo! Escuchen. ¿Les parece justo que el hombre con quien viviste 15 años de feliz matrimonio un día decida que no es tan feliz y decida salir a buscarse una puta? ¿Les parece justo que haya perdido tanto tiempo para que en una cogida de menos de 5 minutos todo se fuera al carajo? Este hijo de puta, me infectó de VIH hace ya 5 años.

Todos guardamos silencio, incluso Gertrudis, yo seguí comiendo de mi pastel con la mirada hacía abajo cuando de repente León se levantó de la mesa y salió enfurecido. Gilberto salió corriendo tras él y yo me quede ahí solo como idiota.

No solo había arruinado la noche de Gilberto sí no que… un momento, si fue lo único que hice pero fue horrible.

—¿Así que Medicina eh? —pregunté para romper el silencio.

Tiempo después Gilberto y León habían desaparecido, Gertrudis se había llevado el resto del pastel a su cuarto. Así que me tocaba a mí despedir a los invitados. Lo que sea con tal de terminar esta noche incomoda.

—Discúlpanos con Gilberto, no queríamos que esto sucediera, —dijo Miguel —. Cuando lo veas dile que es el muchacho perfecto para León.

—Lo hare —le dije y nos despedimos.

Patricia llevaba esperando en el auto 15 minutos.

 

La noche siguiente estábamos en Lotus, el nuevo antro de moda, le contaba a Marcos, a María y a Adriana lo horrible qué había sido la noche anterior. Pero esta vez el tema principal no era este, ya qué María había conocido a alguien nueva y parecía que María podía sentar cabeza con Alberta, claro, esta idea de sentar cabeza se desvaneció de mi mente cuando apareció la susodicha. Tenía perforaciones y tatuajes por todos lados y había llegado a Lotus ya un poco ebria.

—¡Hola! —dijo Alberta al llegar al lugar donde nos encontrábamos.

Enseguida Alberta besó a María casi tirándola al suelo.

—Suponemos que tú debes ser Alberta —dijo Marcos.

—Así es, Alberta Preston para servirle a nadie.

—Es un bonito apellido —le dije.

—¡¿Qué quieres decir?! —preguntó Alberta alterada.

—Quise decir que me gusta tu apellido —dije aterrado.

—Oh, muchas gracias bonito. Tengan guárdenme esto.

Alberta sacó un montón de píldoras de entre sus senos.

—¿Eres traficante o algo así? —preguntó Adriana.

—Tontita, ella debe ser Adriana —dijo Alberta y se fue riendo.

—En hora buena María, Alberta es muy… es como decirlo… es de una manera pero tiene algo que… —dije.

—Está esquizofrénica, —contestó María—. Y me encanta.

 

Pasando unas horas Adriana y yo nos encontrábamos bailando. Nuestros novios no habían podido asistir y no queríamos vernos casi tan patéticos como Marcos.

—¿Porqué no vino tu inseparable novio? Los he visto juntos prácticamente en todos lados. En la casa, en su casa en las puertas de las casas ¿Por qué no vino? —le pregunté a Adriana.

—No lo sé, tenía un comportamiento extraño y no solo hoy también ayer en la noche. Hay algo que me oculta pero por alguna razón no me lo quiere decir. Comienzo a preocuparme ¿Crees que quiera terminar conmigo? —preguntó Adriana.

—¿Se comporta raro? Dame una explicación mas extendida de la forma en que se comporta.

—Pues verás. Ayer mientras estábamos cenando en el restaurante se la pasaba volteando a todos lados como si estuviera buscando a alguien o como si sintiera que alguien lo miraba.

—Es obvio que alguien lo miraba —le dije.

—¿Quién? —me preguntó.

—Pues muchas mujeres, tonta ¿Qué no has visto con quien sales? Y estoy seguro de que también lo miraban hombres, eh.

Seguimos bailando hasta que llegó María algo preocupada. Nos dijo que no encontraba a Alberta por ningún lado y que las pastillas que tenía Marcos se las llevó Alberta para venderlas. Le dijimos que la ayudaríamos a encontrarla pero María también estaba algo drogada.

 

En otro punto de la ciudad Gilberto y León caminaban tomados de la mano. Ya que los padres de León habían decidido que Gilberto era un buen muchacho para su hijo ahora se sentía con más confianza para hablar de cualquier cosa. Iban dando la vuelta en la esquina de la casa de León cuando vieron a Jesús saliendo de una casa acompañado de un sujeto. Gilberto vio como el sujeto le gritaba a Jesús y lo señalaba continuamente con el dedo como si lo culpase de algo, Jesús se despidió del sujeto y este a su vez le dio un pequeño paquete.

—Es Jesús. Deberíamos ir a saludarlo —dijo Gilberto.

Caminaron hasta dónde estaba Jesús y Jesús al verlos se quedó paralizado y trató de esconder el paquete pero Gilberto ya había notado que era una enorme cantidad de dinero.

—¡Hola Jesús! ¿Qué estás haciendo por acá? —preguntó Gilberto.

—Hola Gilberto, yo vine a recoger algo con un amigo ¿Y ustedes que hacen por acá a estas horas? Ya saben que no es muy confiable la ciudad en estos días para ustedes —dijo Jesús.

—Lo sabemos. Yo vivo en esa casa, —dijo León y señaló—. De echo íbamos a tomarnos algo ¿Quieres venir con nosotros?

—Estaría chido pero me temo que tengo algo de mucha prisa.

Gilberto vio que Jesús estaba sumamente alterado y no dejaba de mirar a todos lados como evitando que lo vieran con ellos.

—Ésta bien. Entonces te veremos luego —dijo Gilberto.

Se despidieron como debe ser y Jesús dio unos cuantos pasos cuando se volvió ante ellos.

—¿Gil ¿De casualidad no sabes sí Adriana o alguien iba estar ahí en su casa? —preguntó Jesús.

—No. Pero tu vives ahí cuando llegues te darás cuenta ¿No?

—Cierto. Yo vivo ahí. Bueno adiós —dijo Jesús y se fue.

—Hay algo en Jesús que no me da del todo confianza. Es decir, parece un buen tipo pero cuando platicas mas con él es como si siempre estuviera tratando de evitar hablar de algo —dijo Gilberto.

—Te juro que creí que se llamaba Enrique. Todos en el centro le dicen así desde hace ya un par de años.

—¿Hace un par de años? ¿Entonces ya lo conocías? ¿Y que es lo que sabes de él? ¿Por qué asiste al centro? No creo que solamente asista por ser una muy buena persona ¿O si?

—No recuerdo muy bien pero una vez fue orador y contó que él había pasado por momentos muy difíciles ya que el VIH se había llevado a la persona más importante en su vida. No recuerdo si aclaró quien era esa persona pero debió haber sido algún familiar o alguna novia, no lo recuerdo.

—Persona importante en su vida —dijo Gilberto y se quedó pensando.

 

El ambiente en Lotus era bueno por decirlo así, la gente bailaba, bebía y cogía. Había pasado una hora y por fin encontramos a Alberta tirada en el suelo de los baños. María inmediatamente comenzó a llorar imaginándose lo peor y es que no era para más ya que Alberta se veía muy pálida y parecía no respirar. Alberta tenía píldoras en la mano. Adriana temerosa, pero con ovarios, se acercó a Alberta y verifico que aún estaba viva.

—¡¿Qué mierda pasó aquí?!

Preguntó un encargado al entrar al baño y ver a María en el suelo.

—Creo que tomó demasiadas pastillas, por favor ayúdeme a sacarla de aquí ¿Hay alguna salida por donde podamos llamar menos la atención? —preguntó Adriana.

—Claro vamos por la salida de emergencia —dijo el empleado.

Tomaron a Alberta sujetándola de los brazos y salieron del baño. Yo trataba de tranquilizar a María cuando de pronto, en el cambio de canción del DJ, se escucharon tres balazos. María terminó por desmayarse. No sabía que hacer así que decidí simplemente cerrar la puerta del baño con seguro, María no quería reaccionar y afuera se escuchaban muchos gritos.

Afuera. La gente estaba vuelta loca pero a pesar de todo comenzaron a salir ordenadamente. De algún modo alguien disparó a una pareja que bailaba tranquilamente en medio de la pista, no habían sobrevivido.

Pasaron alrededor de 20 minutos para que Marcos nos encontrara a mi y a María en el baño. Algo pasaba dentro de mi creo que ya había alcanzado el máximo nivel de miedo y ya no podía asustarme mas.

 

Esa noche Marcos se fue a dormir a nuestra casa.

—Perdóname Andy de haber sabido lo que iba a pasar no los hubiera dejado ahí solos en el baño —dijo Adriana.

—No es tu culpa Adriana, tú hiciste lo correcto —le dije.

—Al menos la tal Alberta se va recuperar si no todo hubiera sido en vano ¿En que pensaba María al conocer a alguien así? —dijo Marcos.

—No la culpes, pobre de María tampoco sabía que su cita era una drogadicta suicida —la excusó Adriana.

En ese momento entró Gilberto agitado y sin aliento, se veía muy asustado. Era evidente que le habían dado la noticia.

—Gracias a Dios están vivos —dijo Gilberto y sonreímos.

 

A la mañana siguiente desperté con una forma distinta de ver el mundo. Es decir que nunca sabemos cuándo vamos a morir, si esta será la última noche que pasaré con mis amigos o si nunca volverás a ver a tu novio. Nadie lo puede predecir pero por si las dudas siempre es mejor mantener tu vida en orden y equilibrada.

—¿Estás listo? —me preguntó Paul.

Paul me acompañó ese día a ver a Alex ya que sentía que no podía hacerlo solo, pensé que era mejor poner un alto al fuego entre Alex y yo y volver a ser amigos como antes porque como ya lo dije antes, uno nunca sabe cuando va ser la última vez que veamos a quienes amamos.

Llegamos a casa de Gertrudis y las manos me sudaban pero tenía muy en claro lo que tenía que hacer. Le dije a Paul que me esperara en la sala con la tía de Gilberto mientras yo pasaba a ver a Alex. Al entrar a la habitación me dieron ganas de echarme a llorar y no pude evitar sentirme culpable de no haberlo visitado antes. Alex yacía acostado en la cama y la luz en la habitación era apenas suficiente para no tropezar.

Me senté a su lado y con miedo le toqué el hombro.

—Alex. Tienes que salir de la cama, hay muchas personas preocupadas por ti allá afuera, incluyéndome a mi —le dije en voz baja.

Alex no dijo nada. Me moví de lugar y me senté en el suelo enfrente de él. Tenía su mirada fija en la ventana que estaba poco abierta.

—He estado pensando una y otra vez con todo y detalles ¿Porqué no pude hacer nada por evitar que mis amigos murieran? —Dijo Alex y guardó silencio—. Y llegué a la conclusión de que no es algo que yo hubiera podido impedir. No fue mi culpa que Víctor quisiera ayudarnos a encontrarte aquella noche y por supuesto tampoco fue tu culpa, él siempre había sido una buena persona. Y en cuanto a la muerte de Jonathan tampoco fui el culpable ni siquiera el alcohol fue el culpable. Pero ahora no voy a descansar hasta que el asesino, el verdadero culpable, se esté retorciendo en su propio excremento y tenga que alimentarse de él —dijo Alex con una mirada aterradora.

Alex se puso de pie y abrió las cortinas de la ventana, la luz del sol entró violentamente haciendo que las pupilas de Alex se encandilaran. Alex se sentó conmigo en el suelo y me invitó un cigarrillo.

—Alex no puedes seguir aquí ocultándote de toda la sociedad. El culpable va a pagar, no se cuando ni como pero sé que va pagar. Sabemos que Víctor no fue el primero ni Jonathan fue el último pero créeme que estando aquí sin hacer nada no vas a lograr mucho.

—¿Por qué no habías venido? —me preguntó Alex.

—Pues no sabía si era correcto venir a verte después de nuestra pelea, una pelea muy pendeja por cierto, —dije y reímos—, te mandé algunos mensajes por WhatsApp pero nunca me contestaste.

—Esto es lo que queda de mi celular, —dijo Alex y me enseñó el teclado de su teléfono—. Lo rompí para que mi papá me dejara de llamar, el sonido es desesperante cuando te duele la cabeza las 24 horas del día. Perdón por no contestar.

—Y yo te pido perdón por ser tan egoísta, tenías razón siempre estoy pensando en mi sin importar lo que piensen o lo que le suceda a las demás personas pero te prometo que de ahora en adelante todo esto va cambiar —le dije.

Se me quería salir una lágrima pero para disimular bostecé.

—No hay que dejar que otra cosa vuelva hacernos pelear, es molesto estar enojado con alguien a quien quieres —dijo Alex.

—Está bien. Nada ni nadie nos va hacer enojar nuevamente. Ni siquiera las pendejadas que diga Marcos de vez en cuando.

Ambos reímos y seguimos fumando.

Me alegró que las cosas entre Alex y yo se hubieran arreglado. Ahora si ya no tenía nada de que angustiarme ya que todo parecía ir bien por fin en mi vida, mis amigos estaban bien, Paul y yo nos queríamos con locura y ya no sentía esa vocecilla que me decía en la cabeza que debía equilibrar mi vida. Claro que la tranquilidad no es eterna, y menos en esta ciudad. Me despedí de Paul en la puerta del edificio donde vivo ya que él se tenía que ir a trabajar.

—¡Ah! ¡Mierda! Jesús que puto susto me has dado ¿Qué no te enseñaron a caminar ruidosamente?

Le dije a Jesús cuando me lo encontré en el pasillo de nuestro piso. Jesús se veía algo distinto estaba pálido y en cualquier otro momento se hubiera reído de haberme espantado.

—Perdón —dijo Jesús y siguió su rumbo.

Pero no conforme con ese susto al entrar al departamento me encontré con otro susto aún peor. María y Adriana habían ido a ver a la narcodependiente al hospital y la casa estaba vacía, aunque no del todo vacía. Las cartas habían vuelto y esta vez era peor. Había decenas de cartas metidas debajo de la puerta. ¡Estoy volviéndome loco! Pensé, pero no pude más y las abrí todas. Todas decían lo mismo.

‘Estoy mas cerca de lo que ustedes creen

Y estoy lejos de cumplir mi objetivo.

Va haber mas de lo que ya ha habido’’ .

Era momento de recurrir a mis amigos. Esto ya se había salido de control. 


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