Capítulo 7

 

7.

¿Quién se cree?

 

En cada ciudad de cualquier parte del mundo siempre hay que tener precaución. Precaución en lo que comes y dónde comes, precaución por donde caminas para no terminar atropellado y precaución al momento de conocer nuevas personas. En una ciudad tan grande y poblada como esta, no es muy común encontrarse con personas que creíste que jamás volverías a ver, pero cuando sucede solamente tienes dos opciones. Una es fingir que no lo viste y seguir con tu camino y la otra es ir a saludarlo y retirarse inmediatamente, claro, siempre y cuando sea una persona que no te agrade. Era el último fin de semana de noviembre, y cómo ya era una tradición, cada último fin de semana de noviembre me salía a buscar ropa nueva para mejorar mi guardarropa. Era sábado y me encontraba en un centro comercial de la Avenida Reforma comiendo una hamburguesa y tomando un descanso de mis compras cuando de repente alguien me tocó el hombro y ya que estaba muy alterado estos últimos días no sabía si voltear o rogarle que no me matara.

—¿Qué, acaso no planeas saludarme? —dijo el sujeto.

Se me hizo conocida la voz y en cuanto volteé a ver quién era comprobé que era alguien a quien ya conocía, o algo así, era David, el tipo a quien conocí afuera de Boys en la noche de trajes de baño.

—¡Mierda! ¡David! Que susto me has dado, perdón por no reaccionar al instante es solo que con esto de los asesinatos ya no se sabe con quién hablar —le dije a David.

—No te preocupes —dijo David riendo—, hace un rato estaba comprando un traje deportivo en Adidas para salir a correr y me pareció verte caminando mientras escribías en tu teléfono. ¿Cómo estás?

—Sí, mandaba un mensaje de texto. Estoy bien, gracias, aun que como podrás ver estoy un poco asustado pero todo bien esto ya se va pasar tarde o temprano. ¿Y tú cómo estás?

—Bien gracias, y te entiendo yo también he estado algo asustado. Me vine a la capital pensando que aquí no existía la misma violencia que en provincia pero por lo visto me equivoqué —dijo David sentándose—. Aquella noche en Boys me enteré de que conocías a la víctima y cuando intenté volver a verte ya no te vi, ¿Todo salió bien?

—Sí, todo salió bien, era más bien algo así como el nuevo amante de un amigo y bueno el chico murió y mi amigo tuvo depresión un tiempo.

—Que mal, oye ahora debo irme a trabajar pero te paso mi número de celular y quedamos luego para salir a bailar, ver una película o alguna otra cosa ¿Te parece? —dijo David dándome una tarjeta.

Sabía a donde quería llegar David pero no planeaba llamarlo y echar a perder mi relación con Paul, ya que nunca antes habíamos estado más cómodos a pesar de su madre.

—Claro, yo te llamaré —le contesté.

 

Después de hacer mis compras me dirigí a casa de Paul donde al llegar lo único que encontré fue a su madre viendo una telenovela mientras estaba comiendo palomitas de maíz. Llamó mi atención que Cintia usara una bata para dormir a estas horas del día.

—¡Hola! —Dijo Paul al salir de su despacho—, ¿Por qué tantas bolsas? ¿Te has comprado todo el centro comercial?

—Bueno tu dijiste que usara tu tarjeta de crédito para cualquier emergencia y digamos que si fue una emergencia, te compré la corbata que querías y también una camisa —le dije a Paul.

—No creo que deban compartir las tarjetas de crédito —dijo Cintia.

Espere a que Paul le dijera algo a su madre, pero solo le sonrió cómo tratando de decirle que tenía razón. Adiós a las tarjetas de crédito.

 

Esa tarde Jesús llegaba de ensayar con su grupo y al meter la llave en el picaporte de la entrada del edificio, Ana le abrió la puerta. Jesús se quedó paralizado era como si estuviera viendo a un muerto y no era para más, ya que lo último que él sabía era que ella estaba muerta. Jesús retrocedió unos cuantos pasos y Ana, a su vez, avanzaba más y más.

—¡¿Qué mierda está pasando aquí?! ¿Ana? ¿En serio eres tú?

—Hola mi amor. Hace años ya que no nos vemos. Desde que me dejaste con el anillo en el dedo y un papel por firmar, ¿Te acuerdas? Porque yo si me acuerdo muy bien y me voy asegurar de que pagues todas las que me hiciste —dijo Ana intimidantemente.

—No puedes hacerme nada. Joaquín me ha dado protección y si me haces algo entonces se dará cuenta que estás viva y no continuará con su plan. Así que hazte a un lado —dijo Jesús.

—¿Joaquín? —Preguntó Ana y rio—. Por favor. A Joaquín lo tengo prácticamente comiendo de la palma de mi mano.

—A mí no me vas a engañar —dijo Jesús y aventó a Ana.

En el momento que Jesús aventó a Ana, llegaron dos sujetos vestidos de negro y comenzaron a forcejear con Jesús para subirlo a un auto y ya que éste se resistía, Ana, le metió una pastilla a la boca y lo obligó a tragársela. Enseguida metieron a Jesús al auto.

Horas después Jesús despertó atado a una silla y golpeado. Miró a su alrededor pero no reconoció el lugar ya que no había mucha luz y lo único que había era una cama, una mesa rota y una ventana pequeña que estaba cerrada con barrotes. Jesús, aterrado, intentó desatarse las manos pero no pudo y solo consiguió caerse con todo y silla, y en ese momento entró Ana con un vaso de agua y un pan.

—¿Qué coño haces tirado en el suelo? Ah mierda. No me digas que trataste de escapar, que patético —dijo Ana sentándose en la cama.

—¿Qué es lo que estás buscando de mí? —preguntó Jesús.

—Dos simples cosas, ¿Quieres? —Dijo Ana mordiendo su pan—. Cómo sea, yo no quiero hacerte daño, dada nuestra historia y nuestra situación actual así que seré muy clara.

—No sé dónde está tu hermano hace semanas que no lo he visto sí eso es lo que quieres saber.

—No, eso no es lo que quiero saber. Lo que quiero saber es muy simple y sencillo y si respondes correctamente te dejare libre y también dejare que hullas igual que la última vez.

—¿Qué es lo que quieres saber? —preguntó Jesús asustado.

—Cómo ya te dije es fácil de responder y sé que sabes la respuesta correcta, ¡Pero! Pero, pero, si respondes incorrectamente entonces no tendrás ni tu libertad ni un vaso de agua.

Ana sacó un revólver del abrigo que traía puesto y se lo mostró a Jesús intentando de darle miedo pero Jesús supo mantenerse tranquilo hasta que Ana sacó una bala y la colocó en el revólver.

—¿En dónde me quedé? ¡Ah sí! Pero si respondes incorrectamente, simple y sencillamente, te vuelo los sesos —dijo Ana sonriendo—. Verás, cómo ya te habrá contado tu noviecita, nos conocimos hace unas semanas en una fiesta de disfraces y por más que intenté hablar con ella, ella no quiso y desde entonces cada vez que la visito no está en su casa y cada que la encuentro en la calle me ignora. Y lo mismo hace Marcos, ¿Te acuerdas de ese hijo de puta? Él también me ignora. Y yo lo único que quiero saber es, ¿Dónde vive?

Jesús se quedó pasmado por la pregunta y guardó silencio unos segundos. Estaba aterrado ya que jamás pensó volver a ver a Ana y creyó haberse librado de este problema.

—¡No te diré ni mierda! —exclamó Jesús.

—Pues más vale que me lo digas ya que sé dónde vive tu novia y aparte de eso yo sé que te mudaste a ese edificio para estar más cerca de Marcos y protegerlo de Joaquín.

—¿Y eso que tiene que ver?

—¿Cómo que qué tiene que ver? —Preguntó Ana—. En cuanto le diga a Adriana que la única razón por la que te mudaste al edificio y te hiciste amigo de sus amigos, fue para estar más cerca de Marcos, estoy segura de que se va sentir un poco muy utilizada, ¿No crees tú? ¡Digo! Y en caso de que no me crea pues entonces tengo más municiones para ella y sus otros dos amigos castrosos.

—Eso es mentira. Fue pura coincidencia haberme mudado al mismo edificio donde viven los amigos de Marcos. Déjalos a ellos y a ella en paz porque ellos no tienen nada que ver en nuestros problemas.

—Tienes razón, ¡O tal vez no! —Dijo Ana acercándose a Jesús—. ¡Escúchame maldito miserable hijo de puta! Sí no me dices donde vive Marcos voy a hacerte sufrir tanto como sea posible y créeme que en eso soy una experta. ¡Dímelo!

—¿Experta? Querrás decir experto ya que después de todo, aunque tengas mil cirugías plásticas, no eres una verdadera mujer.

Dijo Jesús mientras sonreía y la mirada de Ana se llenó de odio. Ana se alejó de él y se dirigió a la puerta donde antes de abrir lo volteó a ver y le lanzó el vaso de vidrío con agua.

—Ahí tienes tu puta agua —dijo Ana y salió.

 

Por la noche, Marcos y Gilberto habían salido a tomar una cerveza a un bar en el centro. Marcos ya sabía en lo que se estaba metiendo al invitarle una bebida a Gilberto, ya sabía que tendría que soportar a Gilberto quejarse de su ex y hablar y hablar de otras tantas cosas que a Marcos le parecían cursilerías. Ya era la tercera cerveza de Gilberto y Marcos parecía haber resistido bastante hasta que se acercó un mesero a preguntarles sí se les ofrecía algo más, pero no se acercó solo a eso, Marcos notó que el mesero miró a Gilberto cómo hipnotizado. Así que, Marcos temiendo estar con Gilberto y sus cursilerías por otras 3 horas, decidió comenzar a actuar.

Marcos se excusó con Gilberto diciéndole que tenía que ir al baño y unos minutos después cuando el mesero salió de la cocina, Marcos le hizo señales para que fuera con él.

—¿Te puedo ayudar en algo? —preguntó el mesero.

—Si en realidad sí. ¿Ves al muchacho que está sentado allá en aquella mesa? Bueno pues noté que lo miraste con una mirada que yo he lanzado muchas veces así que, ¿Qué te parece sí te doy 500 pesos y dejas el trabajo por hoy para salir a follar con él?

—¿Qué mirada? Yo solo lo miré así porque se ve horrible, parece que no se ha bañado en semanas y además tiene el bigote y la barba sin rasurarse —dijo el mesero.

—A mí no me jodas, tú fuiste a esa mesa por alguna razón en especial y no me lo niegues —dijo Marcos.

—Claro que sí pero no fue por él. Fue por ti. Me muero de ganas de probar a que sabe tu paletita —dijo el mesero tocándole el pene a Marcos—. ¿Qué me dices?

Marcos se quedó pensando en las posibilidades. Sabía que sí lo hacía dejaría a Gilberto esperando por 30 minutos en la mesa y que no se lo perdonaría y también pensó en que ya habían pasado 48 horas sin acostarse con ningún tipo. Así que marcos con una cara pensativa aceptó la oferta de aquel mesero.

—De acuerdo. Solo promete no volver a decir una frase tan estúpida como esa de la paletita, ¿Estamos? —preguntó Marcos.

Ambos se dirigieron al baño y se encerraron en una caseta.

20 minutos después Gilberto seguía esperando en la mesa y su paciencia se empezaba a agotar así que, hartado, se puso de pie y se dirigió al baño a buscar a Marcos. Cuando entró no vio nada pero eso no significó que no escuchara nada, Gilberto, escuchó ruidos desde una de las casetas e imaginándose lo que ya era obvio abrió la puerta y ahí estaban, Marcos follándose al mesero en un baño de menos de metro y medio cuadrado.

Gilberto salió del baño enfurecido, pero no estaba enfurecido con Marcos, estaba enfurecido con el mismo ya que se dio cuenta que mientras otros seguían con sus vidas él estaba en una especie de pozo atrapado. Gilberto dejó dinero en la mesa y salió inmediatamente del lugar, Marcos, apresuradamente salió tras Gilberto para decirle que no se fuera pero Gilberto parecía ignorar su presencia.

—Será mejor que regreses, ¡No quiero que te vayas a perder un magnifico orgasmo insignificante! —exclamó Gilberto.

—¿A dónde crees que vas? Venimos en el mismo coche. Déjame pagar y te llevo a tu casa pero por favor, deja de ser tan dramático.

—¡¿Tan dramático?! ¡Tú no sabes lo que se siente cuando alguien te pone el cuerno, porque a ti no te lo hacen, al contrario, eres tu quien lo haces! Escucha, ¡Quizás nunca te hayan puesto el cuerno pero espero que alguna vez pienses en cómo se han de sentir esas personas a quienes se los has hecho!

—No es justo que me hables así, ¡Además! ¿Cómo sabes que nunca me he sentido traicionado? —Preguntó Marcos y Gilberto se quedó pensativo—, ¿Lo ves? Ni siquiera sabes por lo que he pasado así que por favor deja de molestar a un amigo que solo quiere ayudarte.

—¡¿Pero eso no lo entiendo?! ¿Por qué tanto interés de la nada en saber cómo me siento? ¿Por qué tanto interés en sentir compasión por mí? Seguro que traes un micrófono escondido y estás grabando todo lo que te he confesado, ¡Oh mierda! ¡Si serás hijo de puta! —exclamó Gilberto.

—Gil cálmate, la gente está comenzando a mirarnos. Vamos a mi auto, te llevo a tu casa y si quieres no te vuelvo a chingar.

—¡Calmarme! ¡Me acabas de dejar por un mesero cuando sabes que estoy pasando por un momento de crisis!

Inmediatamente Gilberto terminó de decir eso, Marcos perdió el juicio y besó a Gilberto en la boca. Gilberto se quedó confundido y asustado, pero gustoso. Gilberto tomó un taxi y se fue rápidamente.

 

A la mañana siguiente, María se encontraba en casa de Alberta preparando el desayuno. Alberta ya se encontraba mejor pero María no la quería dejar sola ya que no confiaba en ella después de haber encontrado ciertas pastillas peligrosas en el lavabo del baño. Justo en el momento en el que María daba vuelta a su omelette, recibió un mensaje de Adriana diciéndole que la necesitaba ver urgentemente, así que María tomó sus cosas y salió corriendo de la casa de Alberta y de igual manera llegó a mi casa. Al llegar vio que ya se encontraba ahí Alex y Adriana parecía haber pasado horas llorando.

—¿Qué ha pasado aquí? ¿Todo está bien? ¿Tiene que ver con Andy? ¿Están todos bien? Algo me dice que no —dijo María alterada.

—Cálmate, nadie murió, todos estamos bien —dijo Alex.

—¿Me hacen venir desde el otro lado de la ciudad para que me digan que nadie está muerto? —Preguntó María—. Yo me voy. 

—¡Estoy embarazada! —exclamó Adriana.

María, quién ya había abierto la puerta, se quedó congelada sin saber que decir, solamente cerró la puerta y dejó su bolsa en el perchero. Se acercó detenidamente al sofá donde estaban Alex y Adriana y se sentó en la mesita de centro. Estaba impactada por la noticia.

—¿Estás segura? Con eso no se bromea —dijo María.

—Es en serio, ¿Qué? ¿Crees que estaría llorando de no ser verdad? No sé cómo voy a decírselo a Andy, ¡Cómo voy a decirle a mi compañero de cuarto que vamos a ser 3! —exclamó Adriana.

—En realidad el problema es cómo le vas a decir a Jesús que va a ser padre —dijo Alex y ambas lo miraron—. Bueno solo decía.

—¡Pues no digas! —Dijo María—, vamos, no creo que estés embarazada. Seguro solamente se retrasó tu periodo o yo que sé, puede ser menopausia prematura, está muy de moda.

Adriana le mostró una prueba de embarazo positiva.

María solo trataba de subirle el ánimo a su amiga, pero dado que nunca se había encontrado en una situación como esta, no sabía cómo apoyar  a alguien con un  problema así. Los tres guardaron silencio por un rato sin tener nada más que decir.

—¿Y qué vas hacer? —Preguntó Alex.

—¿Cómo que qué voy hacer? Pues es obvio que no estoy lista para tener un bebé, no sé cocinar, no sé mantener limpia mi recamara y ni siquiera sé cuidarme sola. Creo que la respuesta es más que obvia pero antes necesito contárselo a Jesús, no me parece justo que esté por venir un hijo suyo a la tierra y él ni en cuenta —dijo Adriana.

—De acuerdo. Pero hoy no, ¿Vale? Tómate un par de días para pensarlo y entonces ya decides si se lo dices a Jesús —dijo María.

—¡Maldita sea! Entre esto y lo de su maldita exnovia transgénero ya no sé ni que le va resultar peor —dijo Adriana.

 

Ya había pasado un buen de tiempo desde que la madre de Paul llegó a vivir a su departamento y desde el primer día se la pasó criticándome, criticando mi ropa, criticando mi cuerpo, criticando mi edad y hasta criticando lo que comía y no comía. No me deshice de una madre para buscarme otra. Esa tarde estaba en casa de Paul esperando a que llegara, Cintia y yo estábamos viendo una telenovela aburrida y casi me estaba quedando dormido hasta que de la nada Cintia intentó hacerme una plática que no se tratara de criticarme.

—Andrew, quiero que me acompañes a la iglesia este domingo que está por venir, veras, mi madre murió hacer exactamente 10 años y quiero que vayamos a sacar una misa para ella —dijo Cintia.

—Seguro —le dije y me puse a leer una revista.

Cintia apagó el televisor y se levantó del sofá a buscar algo entre sus maletas y unos minutos después regresó con un libro del que solo había oído hablar en películas. La Biblia.

—Toma. Seguro si la lees un poco te va ayudar para que puedas acercarte un poco más a nuestra gente. Espero que sepas de lo que estoy hablándote Andrew —dijo Cintia dándome su libro.

—Gracias pero no gracias —dije y le devolví su biblia.

Cintia me miró con desprecio y acarició su biblia.

—Se nota que eres una persona que no cree mucho en Dios ¿No es así Andrew? —preguntó Cintia.

—¿Qué me está queriendo decir señora?

—Bueno, cómo eres judío supuse que no eras muy fan de Dios ya qué es muy parecido a ser ateo —dijo Cintia.

Esa fue la gota que derramó el vaso. Ya no solo se metía en mi relación con su hijo, sino que también ahora estaba decidida a meterse en mis raíces, costumbres y creencias. Me quedé mirando a Cintia esperando a que me dijera que era broma pero no parecía serlo así que me levanté y traté de calmarme para no ofenderla más de lo que ella me ofendió a mí pero fue inevitable.

—¡Lárguese de nuestras vidas maldita vieja bruja! —exclamé.

—¡¿Cómo te atreves?! Maldito hereje. Justo cuando ya me estaba convenciendo de que eras una buena persona lo hechas todo a perder.

—¡Cállese la boca vieja solterona y arrugada! ¿Sabe por qué encuentra consuelo en Dios? ¿No? Pues yo sí ¡Usted busca refugio en Dios porque sabe que nunca en el tiempo que le queda de vida va conseguir una nueva relación y cómo no soporta la idea de vivir soltera para siempre, viene a joderle la vida a su hijo! ¿Pues sabe qué? —Le pregunté acercándome—, ¡Que se la jodan!

Terminé de gritarle e inmediatamente me salí al balcón a fumar un cigarrillo. Cintia, indignada, no supo que hacer ya que sabía que era cierto lo que le había dicho así que no se quedó de brazos cruzados e inmediatamente tomó su teléfono celular y llamó a Paul. Paul contestó y Cintia fingió estar llorando.

—Hijo mío, no vas a creer lo que ese mocoso me ha dicho. Me gritó cosas horribles —dijo Cintia llorando al teléfono.

Pasaron un par de horas y Cintia no quería salir de la habitación de invitados del departamento. A pesar de mis intentos no salió, le dije que ya había comenzado otra telenovela, le dije que había comprado pastel de chocolate y también le mentí diciéndole que sí salía me convertiría al catolicismo, pero no salió. En mi último intento llegó Paul con una cara que me decía que no estaba muy contento.

—Hola guapo, ¿Cómo te fue? Bueno espero que bien, que bueno que llegas. Tu madre no quiere salir de su cuarto y supongo que ya que has llegado tú te encargarás de ella, bueno, yo me voy chao —le dije y traté de escaparme de esta.

—No tan rápido —dijo Paul tomándome del brazo—. Mi mamá me llamó por teléfono diciéndome que le has dicho cosas horribles, ¿Eso es verdad? ¿O mi madre está quedando senil?

—No sé de qué me hablas —sonreí y fingí demencia—, ¡Ay bueno ya! Creo que le dije algunas cosas que no se tomó muy bien pero en serio créeme que ella se lo buscó.

—¿Qué clase de cosas? —preguntó Paul.

—Bueno quizás le dije algo así como bruja, puta no recuerdo muy bien, ah, y también le dije que se iba a quedar sola por el resto de su vida y que estaba celosa de lo nuestro. Bueno adiós —dije tratando de escapar pero nuevamente Paul me lo impidió.

—Andy no me importa lo que mi madre haya hecho, está pasando por una separación y también está pasando por la tercera edad. Así que por favor, la próxima vez que estés con ella ¡Cierra tu puta boca!

No podía creer lo que Paul me decía, me lo dijo de una forma muy intimidante. Intenté solucionar esto pero decidí que era mal momento. Cerré la puerta por fuera del departamento y enseguida llamé a David.

—Hola, soy Andy. ¿Podemos quedar mañana?

 

Y en algún recóndito lugar de la ciudad. Ana seguía tratando de hacer hablar a Jesús, ya había pasado un día y Jesús no quería decir ni una sola palabra acerca del paradero de Marcos. Ana, entró a la habitación donde estaba Jesús, traía puesto un vestido de seda y una canasta con panqueques.

—Hola mi amor. Vengo de mi casa y le hice estos panques a mi novio y pensé que tal vez querrías probar uno ya que no has comido ni mierda en todo el día —dijo Ana sonriendo.

—Ve a que te jodan —dijo Jesús.

—Bueno más vale que hables por que sí no ya sabes lo que voy a hacer. Estoy a punto de saber dónde vive él miserable y, obviamente, tú me vas a ayudar a averiguarlo. Toma —dijo Ana dándole a Jesús un móvil—, es un teléfono desechable, llama a tu novia la perra y pregúntale donde vive Marcos y si me lo dice, no le haré ningún daño.

Jesús se quedó pensando en silencio tratando de idear un plan.

—De acuerdo. Marca el número —dijo Jesús a Ana dictándole el número telefónico.

—¿Bueno? —contestó Adriana.

—Adriana. Escucha muy bien lo que te voy a decir, ve a buscar a tus amigos, a Marcos y ¡Lárguense de la puta ciudad! —exclamó Jesús.

Ana inmediatamente colgó el teléfono y lo pisó. Miró a Jesús con desprecio y odio pero ya comenzaba a resignarse que no iba a decir ni una palabra. Lo abofeteó. Ana salió del cuarto y marcó a Joaquín.

—El tiempo se te está acabando, muchachita, será mejor que nos veamos tu y yo en persona. Quiero conocer cuáles son tus métodos para conseguir la información —dijo Joaquín.

—Eso ni hablar. Voy a conseguir lo que necesitas y más vale que deposites mi dinero en cuanto sepas la información, sin trampas ni juegos, ¿Está claro? —dijo Ana.

—Mira, mocosa estúpida, a mí no me engañas. No sé quién mierda eres pero sé que tienes que ver con la desaparición de Jesús, lo hiciste a plena luz del día, ¿No eres muy lista verdad?

Ana se quedó congelada y palideció al escuchar lo que le dijeron.

—¿Cómo lo supiste? —preguntó Ana.

—Tengo hombres vigilando a Jesús pero gracias a tu acto de secuestro ahora mis hombres no saben dónde está esa rata, solo me dijeron que dos hombres le obligaron a subirse a un auto. Pero en fin, eso no es lo que me importa, después de todo, planeaba deshacerme de él también, y te daré un consejo. Mátalo, porque él no va a decir ni una sola palabra de Marcos, ya lo intenté y no funcionó.

—Créeme que tengo mejores planes para él. Y estoy segura de que va hablar tarde o temprano —concluyó Ana.

 

—¡Me colgó! —dijo Adriana después de haber hablado con Jesús.

—¿Cómo que te colgó? No mames, llámale de nuevo —dijo María.

—Eso intento pero me dice que esta fuera de servicio, además ni siquiera es su número, quien sabe de dónde me llamó.

Adriana había tomado la decisión de decirle la verdad a Jesús ya que le pareció que era injusto no decirle. Adriana se imaginó lo peor cuando Jesús le dijo que se largara de la ciudad. Lo mal entendió.

—Y eso no es todo. Encima me dijo que me largara de la ciudad, ese miserable hijo de puta. Pero ¿Sabes qué? Se perfectamente quien está de tras de todo esto —dijo Adriana.

Adriana se dirigió al teléfono y marcó el número de la casa de Ana.

—¿Hola? —Contestó Arturo.

—Buenas tardes, disculpe, ¿Se encuentra Ana? —preguntó Adriana.

—¿Ana? No, se ha equivocado de número, aquí no vive ninguna Ana —dijo Arturo y colgó el teléfono.

—Algo esconde esta muchacha —dijo Adriana.

 

A la mañana siguiente. Alex y Gilberto nos esperaban a mí, a Adriana y a Marcos en Starbucks. Gilberto estaba confundido por lo que había pasado con Marcos ya que a pesar de que él sabía que un beso no significaba nada, aun así le intrigaba saber por qué lo besó. Gilberto se moría de ganas por consultarme pero cómo veía que no llegaba decidió arriesgarse y contárselo a Alex, y al decir arriesgarse me refiero a que no es un secreto que Alex y Marcos tuvieron una pequeña relación hace un tiempo. Gilberto y Alex se encontraban muy callados sentados en la mesa mirando continuamente el reloj y leyendo las noticias en el periódico, hasta que Alex notó que Gilberto estaba muy callado, y conociéndolo, sabía que algo estaba ocultando.

Alex se acercó a Gilberto.

—Ya sé lo que me estás ocultando —dijo Alex.

Gilberto se quedó sin palabras y aterrado. Sin saber que decir, solo sonrió.

—No sé de qué me estás hablando —respondió Gilberto.

—Sí claro cómo tú digas. Pero créeme que te estoy diciendo la verdad. Ya estoy enterado de todo y si no me lo dices tú entonces yo sacaré mis propias conclusiones.

—¡Te juro que no fue mi culpa, el me sorprendió, yo no esperaba que él hiciera eso, créeme te lo juro, fue su idea! —dijo Gilberto exaltado.

Alex había logrado su objetivo. Sabía que cuando presionabas a Gilberto a que te contará algo él lo hacía sin saber antes de que estabas hablando tú. Alex se quedó confundido.

—¿Hacer qué? ¿Fue idea de quién? —Preguntó Alex.

—Ah mierda, sabes que no debes jugar conmigo de esa manera.

—No pero por lo visto fue necesario ya que me estás ocultando algo, y si no me dices lo que me estás ocultando te juro que no te volveré a dirigir la palabra —dijo Alex.

—No puedo, te encabronarías conmigo —dijo Gilberto.

—No es posible Gilberto. Ya sé lo que está pasando aquí, ¡¿Volviste con León?! Ah mierda, Gilberto, te dije que no puedes volver a caer en las garras de alguien que te ha puesto el cuerno. Escúchame, esas personas nunca cambian, serán infieles para toda su vida —dijo Alex y notó que eso no era lo que Gilberto ocultaba—. Pero estoy más que seguro de que eso no es lo que me estás ocultando.

—Alex, me vas a odiar si te lo digo. Además no fue nada solamente fue un beso y ya —dijo Gilberto.

—Bueno, cómo sé que no tengo novio, sé que no te besaste con mi novio, pero como tengo un papá homosexual y una cierta lista de exnovios, supongo que es alguna de estas dos últimas.

—De acuerdo. Aquí voy. La otra noche salí con un amigo que fue tu novio hace un tiempo, él intentaba subirme los ánimos después de mi ruptura con León pero tuvimos una pelea y decidí irme del lugar y cuando él salió a detenerme me besó —dijo Gilberto.

—¿Y a mí qué?

—Es que ese amigo es, Marcos.

Gilberto se quedó esperando a que Alex explotara y le empezará a decir de insultos pero en vez de eso, notó que Alex simplemente tomó aire y tenía un gesto de sorprendido.

—Pero no te preocupes, te juro que solamente fue un beso y sé que a lo mejor puede ser incómodo en nuestra amistad pero lo cierto es que Marcos no me gusta, es más, tu siempre has visto que él y yo estamos compitiendo por quien liga más hombres, es imposible que algo entre él y yo se de —dijo Gilberto.

—Aléjate lo más que puedas de él —dijo Alex.

—Pero ¿Por qué? No nos acostamos ni nada de eso, fue simplemente un beso y nada más, ¿Por qué te molestas? —preguntó Gilberto.

—En serio, haz lo que te digo —dijo Alex y se fue del lugar.

Gilberto se quedó confundido, creyó que Alex lo había amenazado.

 

Ese mismo día antes del anochecer. Me quedé de ver con David en una tienda departamental ya que se quería comprar unos nuevos zapatos y quería la opinión de según él ‘‘un experto’’, estábamos en Liverpool consiguiendo los zapatos en la gran rebaja sobre rebaja de tenis para hombre de otoño-invierno, aunque las rebajas de tenis para hombres eran prácticamente todo el año ya que en esta ciudad los hombres no son muy apasionados por la moda. En fin. Conseguíamos unos zapatos elegantes antes de ir a dar un paseo cuando llegó alguien que creí nunca encontrarme ahí, era Javier, un viejo amigo, por así decirlo, de la preparatoria que no había visto desde ya casi un año, solamente hablábamos por chat de Facebook y de vez en cuando por Twitter.

—¡Oh vaya mierda! No lo puedo creer, Andy, ¿Eres tú? —Preguntó Javier gustoso de verme, dio un grito de alegría y me abrazó— Oye, ¡No mames! Han pasado cómo cien años desde que íbamos en la preparatoria y ya veo que has perdido todo ese acné que tenías antes en la cara eh, ¡Bien hecho!

Javier no solamente había sido conocido en el instituto por su gran reputación, subrayo, ‘‘re puta’’, sí no que también había sido conocido por su brutal sinceridad con las personas, hacía llorar a las personas y tenía el poder de hacer que sus enemigos nunca volvieran a pisar la escuela, claro, que era bien sabido que Javier también le hacía sexo oral al director de la prepa. Pero a pesar de todo eso, a mí nunca logró hacerme la vida de cuadritos en la escuela, y sí no lo hiso antes, mucho menos dejaría que lo hiciera ahora.

—Sí, cómo ya habrás notado mi acné desapareció. ¿Pero a ti que te sucedió? Antes ibas al gimnasio y comías muy pocos carbohidratos, y ahora, bueno, nada olvida lo que iba a decir —le dije a Javier.

David solo se quedaba callado y fingía escribir mensajes de texto por su celular cómo temiendo involucrarse. Pero eso no funcionaría.

—Así que, ¿Él es el susodicho Paul? Me lo imaginaba más galán, digo, no es por querer ofender, verdad —dijo Javier.

—¿Qué? ¡No, no, no! Él es mi amigo David, David él es un compañero de la preparatoria, Javier —dije presentándolos.

Ambos se dieron la mano muy educadamente pero noté algo en los ojos de Javier. Era la misma mirada con la que miraba al director, era la misma mirada con la que miraba a Marcos y era la misma mirada con la que una vez había conseguido entradas para el concierto de Queen.

—Oye, ¿Podemos hablar un poquito en privado? —Me preguntó Javier distanciándome de David—. Ya que dices que él no es tu novio, ¿Qué te parece sí lo invito a salir eh?

—¡No! O sea ¿Cómo crees? Estamos comprando zapatos y yo en estos momentos necesito de un buen amigo cómo él y además no creo que seas buena persona para él —dije alterado.

—Uy, tranquilízate guapo, que solamente lo decía de broma. Pero ahora mis dudas se han aclarado. No va pasar mucho tiempo para que tú le pongas los cuernos al empresario con el que sales.

—¿Qué? ¡Claro que no!

—Sí cómo digas, pero sé muy bien lo que observó. Hasta luego Andy, me dio gusto verte otra vez y quizás luego podamos quedar para salir a tomar algo o comernos un pozolito, ¿No?

Sabía muy bien que estaba tratando de chantajearme con decirle a Paul que estaba con David, ya que Paul y Javier son amigos en Facebook. Pero cómo ya había dicho antes, a mí no me va hacer la vida de cuadritos como lo hizo con muchos.

—Que pozolito ni que la chingada, ¡Órale! ¡A chingar a su madre! —le exclamé a Javier.

En ese momento llegó un guardia de seguridad para sacarnos de la tienda pero opuse resistencia y me negué a salir. Al final de cuentas me sacaron arrastrándome del lugar.

David y yo corrimos varias cuadras a distancia del centro comercial ya que el guardia de seguridad nos había perseguido por haber salido con los zapatos sin antes pagarlos. Y, agotados, decidimos sentarnos en las bancas de un parque que se encontraba por ahí muy cerca. David me había contado más acerca de dónde venía, con quien venía y que era lo que hacía, ya sabía que venía de ciudad Juárez a buscar trabajo pero aparte de todo eso David tenía un pasado sorprendente. Me contó que creció en un pueblito del norte, cómo ya me había dicho, un pueblito en el que los únicos que gobernaban eran los narcotraficantes y otros tantos mafiosos, era cómo si la autoridad no existiera. David vivía con su madre drogadicta y con su hermano menor en una casa que se encontraba en malas condiciones, y, cuando David cumplió los 15 años, su madre quiso venderlo a los narcotraficantes a cambio de droga y algo de dinero, pero cuando se enteró de lo que su madre le quería hacer, no le quedó más remedio que huir a ciudad Juárez, pero le prometió a su hermanito que volvería por él. Con el paso de los años el narcotráfico en el norte del país se volvió todo un caos, cómo ya sabemos el surgimiento de la Guerra contra el Narco, y David tuvo que huir nuevamente y ese era el porqué de su llegada a la ciudad. No era del todo trabajo, era por seguridad.

—Oh mierda, ¿Y temes que tu hermano esté ahora en peligro?

—Pues espero que no. En dos años cumplirá 15 y si a mi mamá se le ocurre la misma estúpida idea que tuvo conmigo entonces tendré que ir por él antes de que lo venda por drogas —dijo David un poco triste.

—No te pongas triste —dije y lo abracé, él recargó su cabeza en mi pecho—. Si necesitas a alguien que te ayude a lo que sea, aquí estoy.

En ese momento sucedió lo que me temía que sucediera pero me tomó más por sorpresa de lo que esperaba. Me besó. Me besó y lo peor fue que no me negué a que lo hiciera simplemente lo deje, supuse que fue por lástima después de lo que me contó.

 

Adriana estaba destrozada y confundida. Después de aquella llamada que le hizo Jesús en la que le dijo que se largara de la ciudad, quedó entristecida y angustiada. Esa noche, Adriana, cómo cualquier otra muchacha del siglo XXI, entró a Facebook para revisar la biografía de Jesús, pero notó que Jesús no se había conectado desde hace ya más de dos días lo que la dejó preocupada. Adriana no sabía el número de sus padres o de algún otro familiar, o lo que es peor, no sabía ni siquiera si Jesús tenía otros familiares. Llegó a la conclusión de que no podía hacer nada hasta que recordó que a pesar de que Jesús no tenía familiares, si tenía otros conocidos en la ciudad e inmediatamente buscó el número telefónico de sus compañeros de la banda, el número de los lugares dónde tocaba y el número de otros conocidos pero todos le habían dado la misma respuesta. Nadie sabía dónde estaba. Así que Adriana, en un acto de desesperación, decidió pedir ayuda a la persona a quien juró nunca dirigirle la palabra, a Ana.

Adriana llegó con Marcos a casa de Ana y Arturo, en su auto, pero Marcos dijo que no se quería bajar del auto, no dio explicaciones y Adriana se dirigió a la puerta. Arturo abrió la puerta.

—Hola, disculpa sé que es muy noche pero es una emergencia, ¿Está Ana o Ingrid cómo sea que se llamé? —preguntó Adriana a Arturo.

—Eh, si, si está, ¿De parte de quién? —Dijo Arturo desconfiando.

—Hola, Adriana, ¿Qué te trae por aquí a estas horas de la noche? No son horas de visita —dijo Ana sonriendo educadamente.

—Bueno, creo que no es algo que debamos discutir en la acera de tu calle, digo, ya sabes cómo son chismosos los vecinos aquí a las afueras de la ciudad, no vaya ser —dijo Adriana.

Después de unos minutos, Adriana estaba sentada en la sala de la casa de Ana tomando un vaso de agua. Arturo, desconfiando, se escondió detrás de la puerta de la sala para escucharlas.

 —Me sorprende que te aparezcas en mi casa después de lo que me dijiste en aquella fiesta, aunque no recuerdo muy bien lo que me dijiste, ¿Tu si? ¡Oh claro! Ya me acuerdo. Me dijiste que no querías que nunca en tu vida me atravesara en tu puto camino —dijo Ana tomando agua.

—Sé muy bien lo que te dije y créeme que tenía mis razones. No sé qué le hiciste a Jesús en aquel entonces pero eso no tiene nada que ver con lo que está pasando ahora. Jesús está desaparecido y sabes muy bien que no son días perfectos en esta ciudad y yo solo vine para saber si sabías algo de él pero en vista de que no sabes donde está entonces creo que no tengo nada que hacer aquí —dijo Adriana levantándose.

—¿Y qué te hace pensar que algo malo le sucedió a Jesús? —Preguntó Ana poniéndose de pie—. ¿Cómo estás tan segura de que él no ha decidido abandonarte? Es solo cuestión de pensar Adriana, Jesús nunca ha sido un hombre de palabra, y te lo digo yo, porque ya sabes lo que hubo entre él y yo y también cuál fue el final.

—Sí, ya sé muy bien todo lo que ocurrió entre ustedes, no es ningún secreto. De hecho me lo contó en una de nuestras primeras citas lo que significa que es un hombre honesto y no haría esa clase de cosas que tú me estás dando a entender sobre la cobardía.

—Adriana, creo que comenzamos con el pie equivocado. Quizás sí abrimos una botella de vodka o alguna otra bebida, nuestra plática podría tomar un tono menos agresivo —dijo Ana buscando una botella.

—No, no gracias. No puedo tomar —respondió Adriana.

—Solamente un tequilita, no le hará daño a nadie, además tenemos mucho de que platicar sobre Jesús —insistió Ana—, ¿O que pasa?

—Estoy embarazada, ¡Ya! ¿Feliz, contenta? Esa es la razón por la cual no puedo beber alcohol y por la cual estoy buscando a Jesús.

Era evidente que Adriana había cometido un grave error  al contarle a Ana acerca de su embarazo. Una sonrisa fingida se pintó en el rostro de Ana, también era una sonrisa que albergaba maldad.

 

—Muévete que no tengo mucho tiempo.

Dijo Alex al llegar al departamento de Marcos y éste a su vez abriera la puerta. Alex se había dispuesto a aclarar las cosas entre lo que le había contado Gilberto, ya que no sabía si estaba sintiendo celos o simplemente no le gustaba la idea de ver a uno de sus ex saliendo con uno de sus mejores amigos. Hasta que se le ocurrió una mejor excusa para evitar que Marcos y Gilberto volvieran a hacer lo que hicieron.

—¿Qué estás diciendo? No le voy hacer daño a Gilberto, para empezar porque ni siquiera me gusta y para terminar porque lo que te contó, a pesar de que fue cierto, no significó nada para mí. Yo solamente quería que se callara porque ya sabes cómo ha estado de insoportable estos últimos días —dijo Marcos.

—Yo no quise decir que lo que pasó entre ustedes tuvo significado, yo solo vine aquí a decirte que no quiero que lo hagas de nuevo porque sé claramente cómo eres con las personas. Las ilusionas, las besas y después, cuando están vueltos locos por ti, ¡Te vas! Así sin más. Y a eso he venido, a decirte que no quiero que le hagas eso a Gilberto.

—¿Seguro de que esa es la única razón por la que me estás diciendo esto? Porque, no estoy seguro, pero creo que detecto celos en la forma en la que me estás diciendo esto —dijo Marcos acercándose a Alex.

—No digas mamadas.

—¿Mamadas? Así que esa es la razón por la que estás aquí. ¿Recuerdas aquellas noches en las que no salíamos de la cama un solo instante y te quedabas en mi casa días seguidos? —Preguntó Marcos.

—¡Ay Marcos que chingados dices! Eso ya fue hace tiempo, hace años de hecho. Y no tiene nada que ver con lo que te estoy diciendo ya que aquello fue solamente sexo para nosotros sin nada de amor ni cariño ni ninguna de esas mierdas en las que Gilberto cree —dijo Alex.

—¿Seguro? ¿Qué te parece si repasamos lo antes visto?

Marcos comenzó a besarle el cuello suavemente a Alex, sus besos eran exactamente cómo los recordaba Alex e incluso eran mejor que la última vez. Alex intentó alejarse de Marcos pero Marcos le tomó por la fuerza y le comenzó a besar en la boca apasionadamente. Era como si el pasado hubiera regresado para Alex, y sabía que estaba mal lo que estaba haciendo pero a pesar de sus intentos por contenerse no pudo resistirse y se dejó llevar por la pasión. Los dientes de Alex comenzaron a entrar en acción cuando delicadamente mordió sus pezones y entonces comenzó todo. Lo hicieron en todas las posiciones en las que se puede tener relaciones homosexuales, y lo hicieron una, y otra, y otra vez, hasta quedar prácticamente secos de deseo.

Ya daban las 2 de la madrugada cuando Alex y Marcos habían repasado lo antes visto. Los dos se encontraban acostados en la cama guardando silencio y simplemente miraban al techo y mientras Marcos se preguntaba ¿Por qué había terminado su relación con Alex? Alex se preguntaba cuál iba ser la manera en la que le iba a contar lo sucedido a Gilberto, ya que, Gilberto cómo buen amigo que es, le contó acerca del beso y no sería justo que no se enterara.

—Escúchame bien y quiero que pongas mucha atención porque no quiero que después me salgas con alguna de tus pendejadas. Esto que acabamos de hacer no se lo puedes decir a nadie y cuando digo a nadie es a nadie, ni siquiera al psicólogo ¡Nadie! —Dijo Alex.

—Por mí no hay problema, de hecho te iba a decir lo mismo pero creo que aquí el problema no es que yo lo vaya a contar, el problema aquí es que sé que tú lo vas a contar. Sabemos que no eres la persona más discreta de este mundo —dijo Marcos riendo.

—Sí serás hijo de puta —dijo Alex y se levantó de la cama.

Alex se puso su ropa rápidamente y salió lo más pronto posible del departamento de Marcos. Jamás se había sentido peor persona pero por otro lado, sabía que Marcos tenía razón con lo último que dijo.

 

Después de la visita que Adriana le había hecho a Ana, Ana ideó un nuevo plan para hacer hablar a Jesús, esta vez no lo amenazaría con hacerle daño a sus amigos, sí no que lo amenazaría con hacerle daño a su sangre. La paciencia de Ana se agotaba y si esto no daba resultados entonces ya no sabría qué otra cosa hacer. Ana entró esa madrugada al lugar donde tenían a Jesús secuestrado.

—Buenas noches —dijo Ana al entrar— ¿Qué acaso tu no duermes? ¿Sabes qué hora es? Ya no son horas de estar despierto, la gente con buena educación se duerme temprano.

—¿Será porque tú me despertaste? —Preguntó Jesús.

—Cállate miserable rata que no estoy de humor cómo para soportar tus bromitas. Hoy tuve una visita que me dejó algo, cómo decirlo, pues algo inquieta ¿Tú crees? Jamás vas adivinar quién vino a visitarme. ¡Adriana! Tu noviecita a quien tanto amas cómo para dejarla morir con tal de no decirme donde vive Marcos.

—No serías capaz de hacerle daño.

—¿Ah no? —Preguntó Ana— Tú no puedes estar tan seguro de lo que soy capaz de hacer o no. He sufrido mucho Jesús, he sufrido desde que era un niño y no hay cosa más horrible qué ver a un niño sufriendo horriblemente, ¿No lo crees? Pues si no lo crees ya estarás por saberlo. Tu noviecilla fue a mi casa y la muy estúpida me dijo que estaba embarazada, ¿Cómo la ves? Y cómo se ve que ella es una muchachita decente supongo que debe ser tuyo, ¿No?

—No te creo ni mierda —dijo Jesús.

—Jesús, no te miento, vas a ser padre ¡Corrección! Puedes ser padre, solamente si me dices lo que quiero escuchar.

—¡No! —Dijo Jesús angustiado—. Te lo diré, pero dame esta noche para pensar y recordar donde vive Marcos.

Ana sonrió satisfecha de su trabajo y se retiró.

 

Ya daban las 3 de la madrugada cuando yo estaba en casa de David escuchando música que el mismo producía. Toda la noche habíamos ido a diferentes lugares interesantes como museos, lugares de música en vivo pero sin duda el lugar que más me había gustado de esa noche había sido su departamento que estaba decorado muy original con cosas que él se encontraba por la calle y otros lugares así. Estábamos sentados en el sofá escuchando su música cuando de repente se me ocurrió lanzar la pregunta indiscreta, claro, pensé que era indiscreta para una primera cita pero no lo era, era una salida de amigos ¿O no?

—Y hablando de basura, ¿Quién fue la última persona en romperte el corazón? ¿O la última persona a la que le rompiste el corazón? Porque viéndote y ahora conociéndote supongo que eres todo un rompecorazones ¿No es así? —pregunté.

David se quedó serio y tomó de su cerveza para después tomar aire, era como si le costara decir lo que iba a decir.

—Terminé con él hace ya un año. Él se llamaba George y vivía en Estados Unidos, claro, que cómo el lugar donde yo vivía y el lugar donde él vivía estaban muy cerca pues nos veíamos todo el tiempo, pero una noche se vino a despedir de mi diciéndome que se merecía algo mejor y que no me lo tomara personal pero que necesitaba un tiempo para arreglar unos asuntos personales. Idiota —dijo David entristecido.

—Ah, la típica respuesta de las personas que no saben lo que quieren. Espero sepas de lo que hablo, son esas personas que se ponen a conocer a una persona, la enamoran, y cuando se aburren de esa persona así sin más lo mandan muy, muy lejos. Pero bueno, si uno no es feliz, tampoco se va a quedar siendo infeliz para siempre.

David se quedó nuevamente callado dando vueltas con sus manos a su cerveza de cuello largo, y sin más ni más, me lanzó la pregunta que me había estado evitando preguntarme a mí mismo.

—¿Y tú? ¿Eres feliz? —Preguntó David.

No sabía que responder ya que en estos momentos de crisis no estaba del todo seguro si era feliz estando con Paul ya que la dragona de su madre se metía últimamente en todo. Me quedé paralizado y me puse de pie para tomar otra cerveza ya que si iba a decir lo qué iba a decir necesitaba estar muy ebrio.

—Sí, si soy feliz, claro que, no todo el tiempo soy feliz a todas horas y en cada momento pero si, no ha pasado un día de mi vida desde que conocí a Paul en que no me haya sentido feliz —dije bebiendo cerveza.

—Algo me dice que no eres tan feliz —dijo David.

—¿Y qué te hace pensar que no lo soy? —Pregunté riendo.

—Pues porque es obvio, cuando una persona en realidad ama demasiado a su pareja no se queda callada pensando lo que va decir y cuando responde no dice que no es feliz todo el tiempo. Una persona realmente enamorada está ciega y por lo tanto respondería que todo el tiempo es feliz con su relación.

De algún modo lo que dijo David me ofendió. Sabía que tenía razón pero es que yo no sabía si amaba a Paul o no, jamás nos lo habíamos dicho. Y entonces lo entendí, lo que me molestaba de Paul no era su madre ni nada relacionado. Lo que me molestaba era que yo no he tenido el valor para decirle a Paul que lo amo pero eso es algo que debe hacer alguien cuando en realidad está seguro. Yo no estaba seguro. Así que debía comprobarlo, tomé mis cosas y me dirigí a la puerta e inmediatamente David me acompañó.

—Y también sé otra cosa. Sí en realidad fueras feliz con tu novio no me hubieras llamado, lo que es más, me hubieras ignorado cuando nos encontramos aquella vez —afirmó David.

De pronto los mil demonios del adulterio me tomaron como rehén y me sentí obligado a besar a David con locura. Y no solo a eso me obligaron, me obligaron a hacer más. Mucho más. 


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