Capítulo 6

 

6.

Tipos de Monstruos.

 

Una noche de noviembre de todos los años, la gente de ambiente aprovecha para disfrazarse de lo que quieran sin ser juzgados por otros. Es por eso que se disfrazan de brujas, zorras, vampiros y a veces se disfrazan de los tres al mismo tiempo o a veces sin necesidad de ser Día De Muertos igual son brujas, zorras y vampiros. Pero no son esta clase de monstruos los que a mí me interesan, la clase de monstruos de la que hablo es muy distinta aunque no del todo ya que esta clase de monstruos no son fáciles de distinguir a primera vista ya que se esconden entre la sociedad, viven como nosotros, y lo peor, actúan cómo nosotros. Esa noche era Día de Muertos y nos encontrábamos en una fiesta todos, excepto María quien estaba con Alberta, necesitábamos una buena distracción y que mejor lugar para distraerse que una buena fiesta de disfraces. El ambiente era estupendo, había solamente chicos y chicas guapas y el alcohol era el rey de la fiesta. Yo había decidido que le iba a decir a Adriana lo de Ana, pero tenía que decírselo en un lugar en el que no me pudiera asesinar. Ya pasaban las 2 de la mañana cuando ya se lo había contado y cómo era de esperarse no se lo tomó muy bien.

Estábamos los 5 a las afueras del lugar donde se celebraba la fiesta cuando le di la noticia pero inmediatamente que la escuchó se metió al lugar. Estaba enfurecida como si nunca nos quisiera volver a dirigir la palabra y entonces decidí que alguien debería ir a tranquilizarla y en vista de que nadie más se ofreció fui yo quien lo hizo. Iba atrás de ella y le iba gritando que se detuviera para terminar de explicarle lo que había querido decir y después de un rato Adriana se detuvo.

—¿¡Que es lo que quieres!? ¡Deja de estarme siguiendo! —me gritó Adriana en medio de la fiesta.

—Te fuiste cuando aún no terminaba de contarte todo lo que tenía que contarte, no te pongas a sacar conclusiones que no sabemos si son ciertas. Aún. —le dije.

—¡Ah! ¡Ahí está otra vez! ¡Lo quisiste decir nuevamente! ¡Dilo Andy, di lo que tengas que decir aunque sepas que no es verdad!

Y cuando estaba decidido a decirle lo que en realidad pensaba sobre el asunto alguien llegó de la nada y le aventó a Adriana un balde con agua fría y algunos hielos. Adriana solo se quedó viendo a quien le había empapado.

Pero para saber el porqué de todo este asunto es necesario que demos un vistazo a lo que sucedió antes de todo este incidente. Sucedió hace exactamente una semana.

 

Una semana antes.

 

Sucedió que hace una semana nos encontrábamos todos en el departamento en el que vivo con Adriana. Habíamos decidido que le diríamos a Adriana lo que había estado pasando últimamente, claro que no sabíamos cómo darle a entender que quizás su novio era un asesino, por fortuna para nosotros, Alex, nos lo había facilitado con su sinceridad y esa indiscreción que lo caracteriza.

—No creo que los haya matado para robar su aroma ¿De dónde sacas esas ideas? —le preguntó Adriana a Alex.

—No dije que era para robarles su aroma, dije su fragancia. Además, ¿Tú qué sabes que hace Jesús en sus ratos libres? —dijo Alex.

—Adriana tienes que entenderlo, son muchas coincidencias. Jesús es el mismo tipo que vi en mis sueños y no fueron solo sueños, fueron retrospectivas. Tienes que alejarte te hará daño —dijo Marcos.

Adriana simplemente no nos quería creer pero yo estaba seguro de que había una razón por la cual no se quería alejar de Jesús pero no nos la quería decir. Así que seguimos convenciéndola.

—Adriana. Marcos nos ha prometido su ayuda para buscar un nuevo departamento y no solo eso, también nos ayudará con la renta los primeros meses. Tienes que entender que no podemos quedarnos aquí a que nos pase algo. Ese sujeto está involucrado en algo, algo que no sé pero sé que algo tiene que ver.

Adriana se levantó del sofá en el que estaba sentada.

—Haber si entiendo. ¿Están tratando de decirme que mi novio con el que he salido ya por 5 meses es el asesino que le quitó la vida al sujeto afuera de la casa de Marcos? ¡No! Un momento, ustedes no solo me quieren hacer creer eso si no también quieren que crea que Jesús está detrás de todos los asesinatos ocurridos. —Dijo Adriana.

—¡Vaya! Hasta que lo entendió —dijo Alex.

En ese momento Adriana abrió su boca de un modo que daba a entender que estaba enfurecida y tomó su bolso que estaba en el comedor y salió del departamento.

—Bueno. Creo que hicimos lo que pudimos, ¡Adiós Andy! —dijo Gilberto y se dirigieron a la puerta.

—No se atrevan a dar un paso más tremendos hijos de puta, si me dejan viviendo aquí con Adriana y ese maniático les juro que les cortare sus testículos con mis propias uñas —dije amenazadoramente.

—Pero Andy, Adriana tiene en gran parte razón ya que no sabemos todo de ese Jesús y si tuviéramos más pruebas o algo que lo culpara de todo te ayudaríamos pero por favor, no seas paranoico —dijo Marcos.

—Además si quiere matarte, dile lo que nos has dicho de los huevos.

Dijo Alex y enseguida se fueron todos. ¡No podía creerlo! Al parecer nadie se tomaba muy enserio todo este asunto pero si tenía que conseguir más pruebas para estar tranquilo entonces las conseguiría.

 

Ese mismo día me dirigí a la casa de Paul ya que habíamos quedado de vernos en el cine hacía ya 30 minutos y no había llegado y ni siquiera me había mandado un mensaje. Toqué la puerta y nadie habría solo se escuchaban muchos ruidos era como si estuviesen moviendo los muebles de lugar hasta que un sujeto con ropa que tenía manchas de pintura abrió la puerta.

—¿Estás buscando a alguien? —preguntó el tipo.

—Sí, estoy buscando a Paul. ¿Aún vive aquí? —pregunté aterrado.

—Si eres Andy pasa el señor está en el balcón —me respondió.

—Gracias. ¡Un momento! ¿Qué está sucediendo aquí?

—El señor Paul nos contrató para hacer una remodelación en su departamento. Parece ser urgente ya que tenemos que terminar en 2 días y sinceramente no sé si vayamos a lograrlo. Y ten cuidado parece estar de muy mal humor.

—Ah no te preocupes él siempre está de mal humor —dije y reí.

Al empleado pareció no darle gracia y solamente hizo una mueca fingida y en ese momento apareció Paul con una cara de mal genio y se puso delante del empleado.

—¡Tu! Ponte a trabajar —le dijo Paul al empleado—. ¡Y tú!

Cuando me dijo eso di un salto de susto abrazando mi cartera.

—¿¡Yo que!? —pregunté asustado.

—Entra conmigo —respondió Paul.

Paul y yo caminamos hasta su despacho donde él no dejaba de dar vueltas de un lado a otro y parecía estar muy nervioso. Me hizo pensar lo peor, está en la quiebra, pensé. Aunque no quise adelantar conclusiones ya que hacer eso no me había dado buenos resultados en otras ocasiones parecidas.

—Deja de dar vueltas de un lado a otro me estás poniendo nervioso y sabes muy bien lo que me pasa cuando me pongo nervioso —le dije.

—Está bien, —dijo Paul y dio un suspiro—. Le he contado a mis padres acerca de mi sexualidad y parecieron reaccionar muy tolerantes y enserio estoy muy, muy nervioso. Andy necesito que me abraces y que después te sientes porque quizás te vas a desmayar.

—Cálmate, no es para tanto. Si tú dices que se mostraron muy tolerantes entonces no veo cuales el problema. Ahora, explícame por qué la remodelación —le dije.

—Esto es lo que en realidad quería decirte —dijo Paul tomando aire—. Mi madre ha decidido venir desde Viena para estar más al pendiente de lo que he estado haciendo.

Creo que ya sabía por dónde iba todo esto así que tomé mi chaqueta y mi cartera y me levanté decidido a irme. Ahora si estaba nervioso.

—Bueno pues que se diviertan, —dije abriendo la puerta del despacho—. Ojala se cuenten todo lo que se tengan que contar ¡Y bueno! Disfruten el momento.

—Espérate que no he terminado aún —dijo Paul.

Mierda había intentado escapar de la mejor manera así que solo tenía dos opciones. Una era escuchar lo que me iba a decir y quizás no fuera tan malo y la otra opción era desmayarme.

—¿Qué sucede? —le pregunté temeroso.

—Le conté a mi mamá que tenía un novio y no dejó de hacer preguntas así que me dijo que vendría para conocerte.

En cuanto Paul me dijo eso fue como si el tiempo se hubiera detenido. Ya sé que yo quería conocerlos algún día pero no tan pronto ni de esa forma. Mi plan era conocerlos en su funeral o en mi funeral.

—¡Uf! Vaya que hace calor aquí ¿No crees? Hay que abrir las ventanas creo que me dará un ataque —dije abriendo las ventanas.

—Por favor necesito que lo hagas por mí. Yo no planeaba que esto pasara pero solo quería hacerte feliz diciéndoselo a mis padres.

No me quedó de otra más que aceptar ya que yo me lo busqué.

 

Alex siempre se había preguntado por qué las relaciones que había tenido en su vida nunca habían tenido ningún buen resultado. El primer novio que tuvo a los 15 años lo dejó porque le dijo que era demasiado joven cómo para saber su orientación sexual, su segunda pareja a los 16 había sido un chico llamado José pero tuvieron que terminar ya que resultó que ambos eran el mismo rol y lo único que a José le importaba era el sexo, el tercero hace 2 años fue Marcos pero Alex lo dejó porque según él, Marcos, era demasiado malo en la cama y el último novio que Alex había tenido, Arturo de 26 años, había sido hace ya casi un año y fue la relación más larga que Alex ha tenido, 4 meses, ya sabemos que es poco pero para Alex había sido todo un matrimonio. Claro que aunque Alex no fuera de esas personas que siempre andan en busca de novio siempre andan en busca de sexo. Esa tarde Alex estaba en H&M comprando un Jersey cuando en el otro extremo de la tienda vio a Arturo, Alex intentó esconderse pero no lo podía dejar de ver ya que Arturo iba vestido de traje y parecía platicar con una chica que compraba pantalones.

Alex decidió comportarse cómo todo un adulto que era ahora y fue a saludarlo, después de todo, ya había pasado el tiempo.

—¡Alexander! —dijo Arturo al ver a Alex.

—Hola Arturo, ¿Qué haces por aquí? ¿La estación de policías necesita nuevos uniformes más a la moda? —bromeó Alex.

Arturo era un experto en criminología y esa fue una de las razones por las que Alex y el terminaron ya que Alex se sentía intimidado.

—Muy gracioso —respondió Arturo sonriendo—. La verdad estoy trabajando y aquella mujer es sospechosa de robar en varias tiendas de este centro comercial. ¿Pero y tú? ¿Qué has hecho de tu vida?

—Bueno, no mucho, ya sabes lo mismo de siempre, el salón de belleza, fiestas y mis padres se separaron —respondió Alex.

—Oh, que feo no lo sabía, —dijo Arturo mirando su reloj—. Ya estoy en hora de descanso, ¿Quieres que vayamos a tomar un café o a tomar algo? —preguntó Arturo.

Alex pensó por un momento si era correcto y después se recordó que no necesariamente tenían que volver a ser novios para tener sexo así que accedió. Ambos se fueron.

Al llegar al café Arturo no paraba de hablar de todo el trabajo que había tenido últimamente y se quejaba continuamente de que no le hubieran asignado el caso de los asesinatos sucedidos, pero aunque Arturo no fuera el encargado de resolver ese asuntó, el llevaba una investigación por su propia cuenta. Arturo le contó que aparte del trabajo ya había conocido a alguien, Alex, sintiéndose incómodo intentó cambiar de tema pero Arturo no paro hasta mostrarle una foto de su nueva pareja. Alex, con disgusto, miró la foto en el celular de Arturo y se le fue el aliento al ver que su pareja era la que nosotros conocemos como Ana y no era una chica del todo ya que antes de ser ella era él.

—Espera un momento. No sabía que conocieras a Ana, ¿Desde cuándo la conoces? —preguntó Alex.

—¿Ana? No, no se llama Ana se llama Ingrid y cómo ya te habrás dado cuenta no es lo que muchos consideran una mujer.

—Eso no importa. Yo pensé que se llamaba Ana y creí que estaba muerta o desaparecida o algo por el estilo —dijo Alex impactado—. ¡Vaya! ¿Y se puede saber cómo se conocieron?

—Nos conocimos desde hace dos años cuando yo llevaba la investigación de un delito en el que ella estuvo involucrada pero no nos volvimos a ver hasta hace 6 meses y bueno ahora somos novios.

—¿Delito? —Preguntó Alex—. ¿Qué clase de delito?

—Es algo confidencial, solo te diré que casi la asesinan.

Alex no se quedaría con las ganas de saber más así que le pidió a Arturo su domicilio para investigar él por su propia cuenta.

 

Era más que obvio que Marcos sabía algo que no quería decirnos, algo de lo que tenía miedo y algo que sabía que no podía vencer el solo pero a pesar de que Gilberto y yo le tratamos de convencer para que nos contara quien era Ana él solo parecía estar como arrepentido de haber dicho su nombre aquella vez así que para tratar de que nos calláramos la boca, Marcos nos invitó a una fiesta de disfraces que se celebraría en el centro de la ciudad.

Estábamos Marcos, Gilberto y yo comiendo en un restaurante.

—Será la mejor fiesta a la que hallamos ido, estarán solo personas que me caen bien, famosos modelos y otra gente de la alta. Así que procuren llevar un buen disfraz y no me ridiculicen como el año pasado. ¿Quedo claro Batman y Robin? —nos dijo Marcos a Gilberto y a mí.

—Gracias pero creo que no estoy muy de ánimo como para salir de fiesta, además, mi tía va a salir a Cuernavaca a visitar a unos parientes y ahuevo quiere que sea yo el que le de dulces a los niños —dijo Gilberto.

—Vamos, por favor, no me dejes ir con ellos, estoy seguro de que en cualquier momento de la fiesta Marcos desaparecerá con algún tipo bueno, Alex estará borracho y Adriana se la pasará platicando con Jesús. Por favor ven con nosotros —le dije a Gilberto.

—¿Quién invitó a Jesús? —preguntó Marcos.

—En serio me gustaría pero no estoy de humor, mejor ve con Paul seguro que se la pasarán más divertido —Dijo Gilberto.

—No Paul no vendría ya está entrado en los 30 dice que esas fiestas son para críos. ¡Un momento Marcos! ¿Cómo que Jesús no vendrá? Si vas invitar a Adriana es obvio que Jesús vendrá.

Marcos se levantó y se dirigió al baño. Nos pareció raro y Gilberto y yo nos miramos confusos pero sabía que cuando Marcos se aleja de los demás es porque quiere platicar a solas conmigo. Entré al baño donde Marcos estaba lavándose las manos.

—Marcos, ¿Todo está bien? —le pregunté tomándolo del hombro.

—¿!Porque mierda tenías que decirles a los demás lo que te dije de aquel chico!? ¡Era un secreto! No se lo debías decir a nadie.

—Oye, vamos a calmarnos, que más te da que le haya contado lo que me dijiste, no es un secreto y no tiene nada que ver con todo lo demás que ha estado sucediendo, ¿O sí? —le pregunté a Marcos.

Marcos me lanzó una mirada que me daba a entender que si tenía algo que ver con todo lo que había estado sucediendo. Marcos se dio la vuelta mirándose al espejo del tocador y se echó agua en la cara.

—Marcos, si sabes algo de esto debes ir a contarlo a la policía antes de que suceda otra vez o nos suceda algo a nosotros —le dije.

—Tranquilízate. La poli no puede saber nada de esto o al menos nada de lo que yo sé y lo que te voy a contar pero antes de contarte lo que yo sé debes prometerme que no irás a la policía.

—Está bien —dije asintiendo con la cabeza.

—Esa chica llamada Ana, era la ex novia del sujeto que asesinaron afuera de mi departamento pero eso lo supe ya mucho tiempo después hasta que un día Ana me dijo que tenía novio. Así es Andy, salí con Ana a escondidas durante unas semanas pero un día desapareció. Tiempo después hubo una fiesta en la que vi a Alan, el amante de Ana, discutiendo con el tipo del tatuaje que en un principio creí que discutían porque ellos dos eran novios pero no, el sujeto del tatuaje en efecto era Jesús. Algo le estaba reclamando al difunto ex novio de Ana pero no supe de que hablaban ya que ni los conocía del todo. Y cuando en el Infierno de Boys me encontré al ex novio de Ana pensé que era para preguntarme donde estaba Ana pero parecía ser que Ana jamás le contó lo nuestro porque el tipo parecía no conocerme. Y eso es todo, no sé qué tenga que ver con los asesinatos pero eso es lo que sé.

Todo esto era muy confuso para mí, no solo Marcos me había confiado un gran secreto si no que me metió miedo acerca de Jesús.

 

3 días antes de la fiesta.

 

María se encontraba con Alberta en una tienda de Blu-Ray buscando películas para poder ver el Día de Muertos y como ya era una costumbre cada cosa que proponía María, Alberta siempre la contradecía. Sí María decía negro Alberta decía blanco, sí María decía Pepsi Alberta decía Coca, y no hablo de la soda, sí María decía vibrador Alberta decía dedos y esta competición estaba sacando de quicio a María. Así que cuando María propuso que fueran a una fiesta de disfraces inmediatamente Alberta votó por quedarse en casa y ver películas, obviamente fue psicología inversa por parte de María. En fin. María y Alberta se encontraban en aquella tienda discutiendo sobre qué película ver cuando en el pasillo de películas para adultos vio a León, el ahora ex novio de Gilberto, de la mano de otro chico.

—Está bien, ya cómo tú quieras,  me rindo, llevaremos la de Masacre de Texas pero deja de estar dándome el avión —dijo Alberta al notar que María veía a otro lado—. ¿Me estás escuchando?

—Perdón, ¿Qué me estabas diciendo? —preguntó María distraída.

—Te decía qué si te parece bien que me fume un churro de marihuana mientras corro desnuda por la calle.

—Sí. Si está bien. Oye vuelvo en un momento creo que conozco a esté chico, lo saludaré —dijo María y dio unos pasos.

—Ni siquiera me escuchaste. Además, no creo que deberías ir a saludarlo en este momento, ¿Acaso estás ciega? Parece que está con su novio. Ven vámonos. —Dijo María.

—Exactamente por eso quiero saludarlo. Ese no es su novio.

María quitó de su camino a Alberta y se dirigió hacia donde estaban León y el otro chico. Primero León dio un salto de susto y volteo a los lados como temiendo que lo vieran con ella.

—Dios, María ¡Que pinche susto me has dado! —dijo León.

—Si cómo sea, ¿Quiénes éste y porque no nos has presentado? —dijo María  tratando de incomodar a León.

—¿Por qué te lo iba a presentar? Tú y yo penas y nos conocemos.

En ese momento surgió un silencio incómodo. Era de esos momentos en los que una persona te está mirando intimidantemente pero tú tienes demasiada educación cómo para decirle que se largue. En ese momento, el chico que venía con León estiró su mano para saludar a María.

—Hola, perdón, soy Sergio —se saludaron cortésmente.

—Hola —dijo María y lo miró de pies a cabeza—, pues un placer. Supongo que nos veremos luego, ¡No! No supongo, estoy segura.

María le guiñó un ojo a León insinuando que le iba a contar a Gilberto.

 

Y no pasó mucho tiempo para que María corriera a decirle a Gilberto lo que había visto. Era obvio que María no sabía que Gilberto y León habían terminado, de hecho, ninguno de nosotros lo sabíamos así que no era de esperarse que María estuviera enfadada con lo que León hacía. María y Gilberto estaban en casa de Gilberto. María hablaba y hablaba y Gilberto solamente se quedaba sentado en el sofá escuchando.

—Y lo peor de todo esto, ¡Es que ni siquiera intentó excusarse! O sea, me pudo haber dicho que era su amigo, su hermano o alguna otra estupidez me la hubiera creído ¡Pero no! Me dejó sacar mis propias conclusiones de ese tal Sergio —contó María.

Gilberto se quedó impactado y pálido. Se comenzó a morder la uña del dedo pulgar y se recargó en el respaldo del sofá. María se le quedó mirando esperando una reacción de asombro pero en vez de eso Gilberto solamente soltó una risa y un suspiro.

—¡Ay María! No sé cómo decirlo. Ok. ¡No te metas! —exclamó Gilberto.

María se quedó impresionada y confusa por lo que Gilberto le había contestado y no le pareció justo que le gritase de esa forma ya que después de todo, María, solamente quería hacer lo que ella creyó que había sido correcto.

—¡Un momento! Yo solamente te he contado que te están poniendo los cuernos con un tal Sergio, ¿Es que te has quedado sordo? ¿O te has quedado pendejo? —preguntó María.

Gilberto se dirigió a la cocina y abrió la nevera buscando algo de comer para ignorar lo que María decía.

—¡No, puede, ser! —Exclamó María—. Tu silencio me está dejando muy confundida y preocupada y no me gusta preocuparme por alguien que no se toma mis buenas acciones en serio.

—María —dijo Gilberto al salir de la cocina—, tengo que hacer de comer, preparar las maletas de mi tía y después tengo que hacer tarea, así que por favor solo vete —dijo Gilberto y se metió a la cocina.

María notó que cuando Gilberto dijo la última palabra le había salido una pequeña lágrima. Se sintió como la peor persona pero no se iría sintiéndose así. María entró a la cocina y Gilberto estaba soltando más lágrimas. A maría nunca le gustó que los hombres lloraran no importaba si te gustaban los hombres o las mujeres, a ella no le gustaba. María se puso a un lado de Gilberto mientras éste cortaba jitomate en rodajas.

—Gil, yo creo que aquí está pasando algo más pero entiendo que no quieras contármelo ya que me imagino que debe ser muy privado pero por favor, ¡No le des el gusto de llorar! —exclamó María.

—No, no es por eso es solo que la cebolla me hace llorar —dijo Gilberto.

—Gil. Estás cortando tomates —dijo María quitándole el cuchillo.

Gilberto bajo la cabeza y tomo aire.

—León me engañó y terminamos hace 4 días —dijo Gilberto.

María se quedó sorprendida sintiéndose de lo peor, no solo había sido entrometida sí no que le había dicho a Gilberto como se llamaba el nuevo novio de su ex.

 

Esa misma noche yo estaba que me moría, pero a diferencia de Gilberto, lo mío era todo lo contario ya que en vez de que acabara una relación, estaba dando un paso más serio. Esta noche conocería a la madre de Paul y los nervios estaban dominándome, estaba tan distraído que ya no sabía ni qué hora era hasta que llegué a casa de Paul y en cuanto toqué la puerta, Paul abrió rápidamente.

—¿Dónde te habías metido? Llevamos casi 30 minutos esperándote, mi mamá todavía no te conoce y ya está criticando lo que estás haciendo mal —me dijo Paul.

—Perdón, no pensé que la hora de llegada fuera exactamente a esa hora, normalmente cuando dicen a las 8 es después de las 8 —le dije.

—Sí, eso se hace en las fiestas pero no cuando estás por conocer a tu suegra, y no es cualquier suegra —dijo Paul.

Entramos al departamento y logré ver que Paul había logrado la misión de remodelarlo pero esa no era la misión principal. La primera era decírselo a sus padres, la segunda era que su madre aprobara el lugar donde vive, y la tercera era que yo le cayera bien a su madre pero en cuanto entré y Paul me presentó la misión se vino abajo.

—¡No! —exclamó, Cintia, la madre de Paul al verme.

Evidentemente algo había salido mal ya que justo después de su rotundo ‘‘No’’, Cintia se metió al bañó y nosotros nos quedamos ahí sin comprender lo que había pasado. Era obvio que no le agradé pero al menos pudo ser menos cruel.

Tiempo después, Paul logró que su madre saliera del baño y nos acompañara en la cena pero no fue la cena más cómoda en la que haya estado ya que Cintia no dejaba de mirarme y el silencio era dominante. Incluso se oía el ruido de los cubiertos cortando la carne y también cuando la masticábamos y tragábamos.

—¿Y a que te dedicas Andrew? —me preguntó Cintia.

—En realidad me llamó Andrés pero no importa —dije sonriendo.

Cintia me miró molesta por haberla corregido pero inmediatamente Paul intervino.

—Él es un diseñador de páginas web para negocios y otros sitios de internet, y también tiene su propio blog, lo hace muy bien —dijo Paul.

—¡No me digas! —Dijo Cintia—. ¿Así que supongo que estudiaste algo parecido a informática, no?

—Pues sí y no ya que solo fui a la universidad un año y después me salí porque no estaba muy cómodo. Después intenté estudiar letras pero como dejé de vivir con mis padres ya no pude —le contesté.

En ese momento, la sonrisa que Cintia tenía en la cara se convirtió en una sonrisa fingida y de disgusto. Inmediatamente volvió a comer.

Las palabras no me salían de la boca cómo era costumbre.

—Qué bonito anillo es ese que lleva Cintia ¿Es el de compromiso? —le pregunté para romper el hielo.

—Sí, lo es. Es lo único que el hijo de perra de su padre no va poder quitarme. Vale una fortuna —dijo Cintia riendo.

Paul se quedó mirando a su Madre sorprendido por lo que había dicho. Notablemente Paul no estaba enterado de que sus padres se habían divorciado así que le cogió  por sorpresa. Paul no dejaba de mirar a Cintia hasta que ella lo notó.

—¡¿Qué?! —Preguntó Cintia—. No iba dejar que me quitara el anillo es mi recurso para cuando me retire.

Volvió ese silencio incómodo y Cintia y Paul se quedaban mirando sin cerrar los ojos. Era momento de intervenir.

—Paul me dijo que está viviendo en Viena por trabajo, y estoy interesado en saber ¿Cuál es su trabajo? —le pregunté a Cintia.

—¿Tu y mi papá se separaron? —preguntó Paul.

Ya era oficial. Mi intento por cambiar el tema y hacer una noche agradable había fracasado. Pero al menos no por mi culpa.

—Si ya llevamos casi un año separados ¿No te dijo tu hermana?

—¡Pues es obvio que no! —Dijo Paul poniéndose de pie—. A mi hermana tiene años que no la veo, ¿Cómo pudiste pensar que ella me lo diría? ¡Ella los odia!

—Pues si me llamaras más a menudo o por lo menos aceptaras mi solicitud en Facebook ya te habrías enterado, ¿Sabes que dice mi situación sentimental? Dice ¡Viuda! —dijo Cintia.

—¿Qué coña tiene que ver Facebook? ¡Y nadie murió, hablé con papá hace una semana! —dijo Paul.

—¿Qué nadie murió dices? ¡Claro que sí! —exclamó Cintia bajando la cabeza y con profunda tristeza siguió—. Murió el amor.

La madre de Paul se limpió la boca con su servilleta y se retiró de la mesa. Yo me quedé ahí sentado esperando a que Paul me gritara.

—Perdóname no debí preguntarle sobre su anillo —le dije.

—No, no importa, ya sabía que se habían divorciado pero quería escucharlo de sus propios labios.

—¿Cómo lo supiste y por qué fue todo ese drama? —pregunté.

—Para salvar la velada, y me enteré por parte de mi padre. Puede que a mi madre no la tenga agregada en Facebook pero si a mi papá.

Paul siguió comiendo tranquilamente y me alegré al ver que Paul tenía una emboscada en caso de que su madre me quisiera comenzar a atacar con preguntas. Sentí más cariño por Paul.

 

A la mañana siguiente llegué a la peluquería donde trabajaba Alex para decirle sobre la invitación que Marcos nos había hecho a aquella fiesta y mientras le contaba todo el asunto él solo sonreía y estaba muy callado. Era como si estuviera guardándome una sorpresa para cuando terminara de hablar e inmediatamente dejé de hablar Alex me mostró una foto, era Ana, pero la foto era distinta a aquella en la casa de Jesús y atrás tenía anotados algunos datos.

—¿Te has vuelto loco? Hay que dejar esto ya —le dije.

—¿De qué estás hablando? Dejar esto ya, ¿Cómo si no fuera la gran cosa? Andy nos han amenazado y debemos descubrir que es lo que está pasando aquí y sé que te mueres de ganas porque te cuente.

Sabía que me moría de ganas por saber algo más acerca de esa tal Ana pero por otro lado le había prometido a Marcos que dejaría de hablar sobre el tema y no le diría a nadie lo que me contó. ¡A la mierda! No era necesario que le contara a Alex lo que Marcos me había dicho.

—¿Entonces? ¿Quieres saber o tendré que irle a contar el chisme al aburrido de Gilberto? —preguntó Alex.

—Está bien —dije después de pensarlo—, pero más vale que no sea alguna pendejada porque me largo de aquí.

—Créeme que no es ninguna estupidez. Resulta que me encontré hace poco con Arturo, mi ex, en H&M. Y me contó lo que había hecho de su vida incluyendo su vida personal, ¿Y adivina con quién sale? —Preguntó Alex—. ¡Sale con la tal Ana!

Me quede atónito.

—¿Qué? No, no eso no puede ser, no es posible —le dije a Alex.

—¡Que te hablo en serio! Y Arturo me dio la dirección donde están viviendo y estaba pensando en ir para allá en cuanto termine y hacerle algunas cuantas preguntas, ¿Qué dices?

—Escúchame, sé que Marcos me va matar cuando se entere de que te lo he contado pero me da igual, esto ya se salió de margen. Marcos me dijo que Ana tuvo una aventura con él y que un día de la nada desapareció y el piensa que está muerta ¿Por qué haría Ana eso?

—¡Oh mierda! —Exclamó Alex—. ¿Qué planeaba? ¿También te contó que antes de ser ella era él?

—Algo así —dije pensando.

—¿Entonces no veo porque estamos perdiendo el tiempo en discusiones cuando podríamos estar en camino a casa de esa tal Ana.

Ambos nos levantamos y nos fuimos en busca de Ana.

Al llegar a la dirección que le dieron a Alex, notamos que la casa donde vivían Arturo y Ana estaba en realidad a los suburbios del Distrito Federal. Nos quedamos pensando en cuál iba a ser el plan ya que no se nos había ocurrido nada así que Alex pasó a lo más simple, improvisó. Tocó la puerta y abrió Ana con un cabello distinto y un delantal cómo si estuviera cocinando, se nos quedó mirando con una mirada confusa pero al mismo tiempo no dejaba de sonreír.

—Hola ¿Están buscando a alguien? ¿Venden algún producto? ¿O son testigos de Jehová? En cuyo caso pueden irse a tomar por culo —dijo Ana e intentó cerrar la puerta.

—¡No, no cierres! —Dije deteniendo la puerta—, verás, nosotros somos conocidos de Jesús Aguirre y estamos buscando a Ana.

Al momento de decir esos nombres, Ana, se quedó paralizada. Yo sabía que ella era Ana pero quería ver que tan lejos podía llegar con su mentira, y por lo visto, podía llegar muy lejos.

—No sé de qué me hablan, yo soy Ingrid y vivo aquí con mi prometido. Ahora, con permiso, tengo un pollo en el horno —dijo Ana.

Ana tenía una mirada vacía que parecía que ocultara un secreto. Ella intentó cerrar la puerta pero esta vez Alex la detuvo.

—Sabemos que fingiste estar muerta —dijo Alex.

Ana, o Ingrid, abrió nuevamente la puerta y aún tenía esa mirada perdida pero esta vez ya tenía lágrimas en los ojos. No pasó mucho tiempo para que nos invitara a pasar. Estábamos en su cocina, puesto que en verdad estaba cocinando un pollo y no era un pretexto. Me sorprendió ver la vida que llevaba Ana, o sea, se acostó con media ciudad gay, era infiel a mas no poder y ahora así sin más se convirtió en una ama de casa. No entendía porque.

—Pero no lo entiendo. ¿Eso significa que Jesús era tu prometido? ¿Y por qué no aceptaste casarte con él? —preguntó Alex.

—Bueno, pues Jesús no estaba del todo enterado de cual era mi situación. Yo tenía dos amantes y obviamente cuando llegara el momento de casarnos, Jesús se daría cuenta de que no soy tan mujer.

—¿Dos amantes? ¡Un momento! A mí me habían dicho que solo tenías un amante —le dije.

—¿Ah sí? ¿Y quién te lo dijo? —preguntó Ana.

—Un amigo, pero eso es lo de menos, nosotros creemos que Jesús está detrás de todas estas muertes que ha habido.

—¿Jesús un asesino en serie? —dijo Ana riendo—. Es imposible, Jesús es la persona más amable del mundo y no haría eso y no creo que cambiara de personalidad en tan solo dos años que no le he visto.

En cuanto Ana dijo eso, Alex recordó lo que le había mencionado Arturo mientras tomaban el café. Recuerda que le dijo que se conocieron en un delito en el que Ana estuvo involucrada, y si eso ocurrió al mismo tiempo que estaba con Jesús, algo estaba ocultando Ana, y lo escondía muy bien. Alex no quiso perder más el tiempo y como de costumbre fue al grano.

—Ana ahora sí que estoy confundido y no es por quererme meter en tu vida privada pero si no nos dices la verdad entonces denunciaremos a Jesús como el asesino ya que sabemos que te conoce y según la justicia tú estás muerto. Aquí voy, ¿Estabas comprometida con Jesús al mismo tiempo que tenías una aventura con el primer chico asesinado y un tal Marcos Borreiro? —preguntó Alex intimidando a Ana.

—Se llamaba Alan. Lárguense de mi casa —dijo Ana aterrada.

En cuanto escuché que Ana nos echaba de su casa no pude quedarme de brazos cruzados. Mi mejor amiga estaba saliendo con quien podría ser un asesino en serie y tenía que hacer algo.

—Por favor Ana. Dinos la verdad. ¿Jesús trató de asesinarte? ¿Jesús asesinó a aquel chico afuera del edificio? ¿Jesús, intenta matar a Marcos? —Le pregunté a Ana—. Una amiga está en peligro, ¡Dímelo!

Ana se quedó callada y con la mirada fija tomándose su tiempo para inventar cualquier excusa. Ana volvió a sonreír y tomando aire parecía como si nos fuera a contar la verdad.

—En serio me gusta tener una charla interesante pero creo que deben irse a sus casas y no volver a venir —dijo Ana y nos llevó a la salida.

—¡Ana mierda! —Exclamé—, solo te estoy pidiendo que me digas si sí o no ¡Es todo lo que quiero que me digas! Espero que me entiendas, debo proteger a dos amigos.

Y justo cuando creí que la cosa no podía ponerse más tensa, Ana volvió a llorar. Estaba fingiendo, algo estaba ocultando pero no me di cuenta y le creí, pensé que ya era bastante de preguntar por hoy.

—Está bien, nos vamos. Pero Ana. Si quieres hablar conmigo toma —dije dándole una tarjeta—. Aquí está mi número de celular, casa y domicilio y todo, soy Andy Varsavsky. Un placer y con permiso.

Fui un tonto, me dejé llevar por las lágrimas de una maestra de la actuación y no solo eso, me deje llevar por las mentiras de un delincuente buscado por la policía que estaba por volver al juego. Ana se metió a su casa y tomó su teléfono celular haciendo una llamada.

—Estoy a punto de saber dónde está Marcos, supuse que te interesaría está información —dijo Ana en su llamada.

—Necesito antes que me digas donde podemos vernos, ya que cómo comprenderás no puedo fiarme de alguien que nunca he visto —dijo Joaquín, él era el sujeto con quien hablaba Ana

—Ya te he dicho que no. No me quiero involucrar en tus asuntos. Solamente quiero que deposites el dinero a mi cuenta y después dejes de llamar a mi casa. Por cierto, ¿Por qué tanto interés en ese tal Marcos? —preguntó Ana.

—Estoy seguro, de que él fue quien asesinó a mi hermano y créeme cuando te digo que va a pagar —dijo Joaquín.

—Ya lo creo —dijo asustada Ana, o Ingrid.

 

Un día antes de la fiesta.

 

Ese día, Gilberto decidió salir a dar la vuelta caminando pero al llegar 5 cuadras lejos de su casa se encontró con un negocio que se dedicaba a la renta de autos y otros transportes. Gilberto pensó que quizás si conducía un rato se le bajaría el enojo que tenía hacia a León, y así fue, Gilberto fue a comprar ropa, por una hamburguesa grasienta y por último pasó al lugar en el que había perdido a su novio, Gilberto se estacionó fuera del departamento donde vivía ahora León. Él solo se quedó ahí mirado desde el coche hasta que quien menos deseaba encontrarse por ahí, apareció de la nada, María. Gilberto estaba tan hipnotizado mirando la casa de León que ni siquiera notó que María lo estaba mirando desde la ventanilla del asiento del copiloto hasta que María tocó el vidrio.

—¿¡Qué carajos!? —Preguntó Gilberto al ver a María—, ¡Entra!

 Gilberto trató de ocultarse para que nadie viera que estaba ahí e hizo lo mismo con María obligándola a esconderse.

—¿Por qué nos estamos escondiendo? ¿Alguien te está siguiendo o algo así? ¡Oh mierda! ¿Es el asesino? Llamaré a la policía —dijo María nerviosa mientras sacaba su teléfono móvil.

—¡No, no, no! Guarda eso, a mí nadie me está siguiendo. Es solo que. Nada, olvídalo no es nada, ¿Ya?

—Bueno. Pero si no es nada entonces no entiendo porque nos estamos escondiendo aquí —dijo María.

Y justo mientras María hacía preguntas vio cómo León salía del edificio de departamentos y ya que ambos lo habían visto se volvieron a esconder. María ya tenía su respuesta, Gilberto, estaba obsesionado.

—¡No! Gilberto, ¿Estás espiando a tu ex? Eso no es nada saludable, pareces ex esposo celoso observando desde su auto. ¡Un momento! Tú no tienes auto, ¡Oh mierda Gilberto! ¿Lo has robado? —susurró María.

—No seas pendeja, lo he rentado porque pensé que salir a dar un paseo me ayudaría a despejar mis ideas —se excusó Gilberto.

—Ok, entiendo eso pero no respondiste a mi primera pregunta, ¿Estás espiándolo? ¡Eres un acosador!

—Solo iba de pasó y pensé en ver cómo estaba pero no pude bajar del auto, ¡Ah mierda, escóndete bien que se acerca! —dijo Gilberto.

Ambos se encogieron aún más y León pasó caminando por el costado del auto pero no los notó.

—¿Y dices que no eres un acosador? —preguntó María.

—Está bien tú ganas, vamos, te llevaré a tu casa y después devolveré este auto tan incómodo.

—¿Eso va ser lo único que vas hacer?

—Pues sí, tengo que volver a casa para despedir a mi tía ya que la casa estará casi sola por una semana y no quiero perderme ningún momento de tranquilidad —dijo Gilberto.

Gilberto encendió el auto y lo puso en Marcha.

Después de un rato, Gilberto y María llegaban a mi casa y mientras orillaba el auto a un lado de la acera, Alex, Adriana y yo ya los estábamos esperando. Gilberto comenzó a sospechar del porque los estábamos esperando. Pues María ya nos lo había dicho.

—Se los has contado, ¿No es cierto? —preguntó Gilberto con la mirada hacía enfrente—. Por lo visto ya no puedo confiar en nadie. Bájate.

—Gil, necesitas a tus amigos porque por más que creas que esto lo puedes superar tu solo no es cierto, yo ya pasé por eso y no lo superé estando sola y espiando a mi ex, acudí a mis amigos.

—¡No me digas! ¿Cuándo fue eso? Y sí dices que lo superaste con ayuda de tus amigos entonces, ¿Dónde están tus amigos? Yo no los veo, ¿Te apoyaron cuando estabas sin casa? Si claro —dijo Gilberto.

María se quedó impactada por lo que Gilberto le había dicho y se bajó furiosa del auto. Ella lo único que quería hacer era ayudar.

La noche de la fiesta.

Después de treinta minutos de haber estado esperando afuera a que un cadenero de dos metros y algo robusto que tenía apariencia africana nos dejara pasar, al fin logramos entrar. Y ahí estaban. Los jóvenes y no tan jóvenes con distintos gustos de música al fin unidos por una buena causa, las bebidas y el ambiente. El lugar era muy conocido por que el dueño era algún sujeto que nunca se dejaba ver en público nadie sabía porque. También era conocido porque cada mesero estaba disfrazado de alguna persona famosa del medio del espectáculo antiguo y del de hoy. Ahí estaban llevando bebidas como si nada y como si hubieran regresado de la muerte Marilyn Monroe y Michael Jackson. Al otro lado del lugar estaban recogiendo la basura Katy Perry  y Nicki Minaj, ese fue un mensaje un tanto extraño. En la barra atendían Madonna la ochentera, Carlos Santana y Cher. En otro punto de la fiesta, llevaban bebidas para allá y para acá Bob Dylan y Lady Gaga. Michael Jackson llevaba unos calzoncillos de niño pegados en la chamarra. Marcos se había disfrazado de John Travolta en Vaselina, Gilberto se disfrazó de Freddy Krueger, Alex utilizó un disfraz de Chaplin, Adriana se disfrazó de Frida Kahlo y yo me disfracé de James Dean. 

Yo me encontraba ahí adentro hablando con el editor de la página de Rolling Stone en México ya que él me había invitado para discutir sobre una posible sección especial para que yo escribiera en ella. Para mi desgracia, en ese momento noté que Adriana me veía a lo lejos, se veía extraña era obvio que estaba borracha. Adriana se levantó de su mesa y se acercó a donde estábamos yo y el editor.

—¡Adriana! —exclamé con una sonrisa fingida.

Adriana se me quedó viendo con una mirada perdida y después de unos segundos volteó a ver al editor y lo miró de pies a cabeza.

—¿Qué? ¿No nos vas a presentar? —preguntó Adriana.

—¿Tendría que hacerlo? —pregunté. El editor rio.

—Hola soy Hugo, un placer —dijo el editor y se dieron la mano.

—Bueno, todos felices y presentados. Te veo luego Adriana —dije.

Pero Adriana no entendió que le quise decir que se fuera y mientras ella y el editor se daban la mano me dio miedo la mirada de Adriana y también la sonrisa que tenía en el rostro, y cuando menos lo esperaba, Adriana se vomitó en los zapatos de aquel hombre. No es necesario decir que el editor salió del lugar enojado y asqueado, sin mencionar que me prohibió volver a hablarle.

—Perdóname Andy. Es solo que aún estoy furiosa por lo que me contaron la otra vez sobre Jesús.

Me decía Adriana mientras le ayudaba a limpiarse el vómito que había salpicado su vestido.

—Lo entiendo, pero es que no sé cómo puedes estar tan segura de lo que piensas de Jesús, es decir, lo conoces hace unos cuantos meses y a mí me conoces de años. Me sorprende que no me creas cuando te digo que ese tipo anda en algo malo —le dije.

—No lo entenderías. Ya sabes, es cuando simplemente sabes que esa persona no está haciendo nada malo y que quizás las otras personas siempre lo van a juzgar pero a pesar de lo que ellos digan tú lo seguirás amando sin importar nada.

Y entonces creí entenderlo todo. Adriana estaba enamorada y no podía ver más allá de sus narices y pasaba lo mismo conmigo y Paul ya que aunque yo no le haga bien a él, según su madre, el sigue conmigo sin importar lo que sus padres digan o piensen.

—En serio Andy. No creo que Jesús fuera capaz de matar siquiera a una mosca —dijo Adriana.

—Sí, te creo.

Adriana me miró confundida.

—Un momento. Hace un rato estabas cuestionando mi seguridad hacia él, ¿Y ahora simplemente me dices que me crees cuando te digo que no mataría ni una mosca?

—Sí. Bueno es solo que, —pensé lo que iba a decir—. Olvídalo.

—No, no puedes hacer eso. No puedes decir: ‘‘es solo que’’, y después decir que lo olvide, ahora es una obligación decírmelo.

—¡Bueno ya! Hace unos días Alex y yo fuimos a casa de su ex, Arturo, ya que según nos enteramos está viviendo con un transgénero llamada Ingrid —me dio miedo continuar.

—Sí blah, blah, ve directamente al jodido grano —dijo Adriana.

—Pues esa mujer no se llama Ingrid sí no que se llama Ana —dije y Adriana se quedó confusa—. Ana, cómo la ex de Jesús con la que supuestamente te dijo que se iba a casar.

En ese momento Adriana por fin lo comprendió. Se levantó furiosa.

—No, puedo, creerlo. A pesar de que les dije que estaban equivocados salieron a buscar evidencia de que me equivocaba. Esto es una mamada. ¿Sabes qué? ¡Me largo!

—¡No Adriana! Espérate, ¿Por qué te enojas? Tú estabas en lo correcto, Jesús no asesinó a su ex y cómo no la asesinó después de haberse enterado de que antes era hombre eso significa que no es un homofóbico y por lo tanto no es el asesino, te estoy dando la razón y tú te encabronas —le dije.

—No me hables —dijo Adriana y se fue. Fui tras ella.

 

Marcos jamás desperdiciaba su tiempo en una fiesta, ya fuera que la fiesta estuviera muy aburrida o lo contrario. Marcos siempre buscaba con quien tener sexo o por lo menos tener con quien platicar y bailar. Esa noche Marcos estaba platicando con sus amigos de la universidad cuando vio a un tipo bailando cómo loco, era Gilberto. Marcos intentó ignorarlo pero en ese momento un sujeto se le acercó a Gilberto y le dio una especie de píldora, Marcos, sabiendo que ese sujeto era vendedor de drogas, se dirigió a donde estaba Gilberto bailando cómo loco.

—Oye, ¿Qué mierda crees que haces? —le preguntó Marcos a Gilberto.

—Bailando, ¿Qué no se nota?

—No, no se nota. Más bien parece que te están dando ataques epilépticos. Vamos a por unas cervezas.

—¡No! ¿Qué no ves? Estoy disfrutando, estoy bailando cómo nunca y no me importa que se burlen de mí —dijo Gilberto y siguió bailando.

—Pues a mí sí me importa que se burlen de ti porque eres mi amigo y me estás avergonzando delante de muchas personas que conozco así que ven —dijo Marcos y se llevó a Gilberto.

Unos minutos más tarde Gilberto y Marcos se estaban tomando una cerveza en una mesa cerca de la entrada. Gilberto no quería ni hablarle.

—Me han dicho lo que pasó con León.

—Esos malditos chismosos hijos de puta —dijo Gilberto enojado.

—No les digas así. Ellos están muy preocupados por ti y con razón ya que te estás volviendo loco. Sé que te puede parecer el fin del mundo pero no lo es ya vendrán mejores y desgraciadamente peores y no le veo la razón de porque ocultárselo a tus amigos.

—¿Qué no ves el por qué? —Dijo Gilberto y rio—. ¿Qué no ves lo humillado que estoy? Me pusieron el cuerno, alguien que creí que no era de esos, ¡Y no solo eso! También me cambió por el güey ese.

—Sí claro, ¿Y cuál es tu plan ahora? —preguntó Marcos —. ¿Planeas vivir con ese sentimiento toda tu vida y tratar de olvidarlo fingiendo ser alguien que no eres? ¿O vas a levantarte y salir adelante?

—¡¿Y tú que sabes de salir adelante?! Por dios, me dices que yo debo tener confianza en mis amigos y ¿Qué pasa? Que ni siquiera tú haces eso con nosotros —dijo Gilberto. Marcos quedó confundido.

—No sé de qué me estás hablando.

—Yo creo que sí. Para empezar no nos quieres decir de donde conoces a Jesús y tampoco nos quieres decir que pasó con la tal Ana. No me hables de confianza porque ni tú sabes lo que es.

Marcos se entristeció y Gilberto se fue. Marcos no le alegó nada porque sabía que lo que Gilberto había dicho era verdad pero aun así Marcos decidió que era mejor que no supiéramos más sobre lo que pasaba con Ana y de donde conocía a Jesús. Era como si estuviera avergonzado y al mismo tiempo aterrado.

 

Y en otro punto de la fiesta, yo me encontraba buscando a Adriana por todos lados, estaba muy borracha y me preocupaba que se fuera sin compañía o con malas compañías. Ya había pasado media hora desde que se alejó de mí y parecía como si se hubiera espumado. La música Dubstep sonaba muy fuerte y se podía sentir cómo el suelo temblaba por la gente bailando, la luz era escasa y la poca luz que se veía era luz neón y las luces de fiesta que reflejaban en los cristales de una enorme bola de cristales, creí que me desmayaría ya que había demasiada gente. Me senté en algún lugar del suelo para calmarme, y cuando estaba justo por entrar en pánico por no encontrar a Adriana y estar entre tanta gente, apareció Ingrid o Ana.

—¿Estás bien? —Me preguntó Ana ofreciéndome su mano.

—Sí, es solo que. Necesito salir de aquí, creo que no puedo tomar el aire necesario para respirar —dije y tomé su mano.

Ambos nos saludamos y tratamos de abrirnos paso hasta la salida en medio de tanta gente bailando.

—¿Qué haces aquí? La última vez que nos vimos recuerdo que me estabas echando a patadas de tu casa —le dije a Ana.

—Después de pensarlo decidí que debería hablar con ustedes y en especial con Marcos, claro, solo si él quiere —dijo Ana.

—Seguro —dije y sonó mi celular.

Alex me había mandado un mensaje diciéndome que estaban Adriana, Marcos y él afuera de la fiesta.

—Oye, si no tienes mucha prisa voy a entrar al baño —me dijo Ana.

—Mejor te esperare afuera. Siento que me voy a desmayar sí me quedó aquí adentro —le propuse.

Ana se fue al baño y yo salí de la fiesta sano y salvo.

—¿Dónde coño estabas? —preguntó Marcos.

—Perdón, estaba buscando a está, —dije señalando a Adriana—, y me encontré con una vieja amiga tuya que al parecer quiere hablar contigo y necesito presentársela a Adriana.

Todos se quedaron confundidos y Alex trató de pensar de quien se trataba hasta que sospechó que era Ana.

—Yo creo que es mejor que no hagas eso, Andy, no es un buen momento. Todos nos queremos ir y Gilberto se fue con dos tipos buenazos a la casa. No quiero volver ahí hasta mañana —dijo Alex.

—No, es necesario que haga esto porque ya estoy harto de todo este asunto así que mejor de una vez —le dije.

—Bueno, ¿Y quién es mi vieja amiga? —preguntó Marcos.

—Es una chica chico que te conoce de hace un tiempo.

Marcos se quedó indiferente y Adriana se quedó impresionada ya que sabía de quien se trataba. Adriana se acercó a la entrada del lugar.

—¿Saben qué? Váyanse ustedes a casa, yo necesito tomar unas cuantas cervezas más —dijo Adriana y se metió

—¡Adriana, ven aquí hija de la chingada! —exclamé y fui tras ella.

El número de personas en el lugar había aumentado notablemente y sí antes era más difícil encontrarla ahora sería peor. La vi caminando furiosa y le gritaba varias veces que se detuviera hasta que por fin logré alcanzarla para rogarle que escuchara lo que Ana iba a decir.

—¿¡Que es lo que quieres!? ¡Deja de estarme siguiendo! —me gritó Adriana en medio de la fiesta.

—Te fuiste cuando aún no terminaba de contarte todo lo que tenía que contarte, no te pongas a sacar conclusiones que no sabemos si son ciertas. Aún. —le dije.

—¡Ah! ¡Ahí está otra vez! ¡Lo quisiste decir nuevamente! ¡Dilo Andy, di lo que tengas que decir aunque sepas que no es verdad!

Y fue en ese justo momento cuando Ana notó que estaba discutiendo con Adriana así que pensó que nos estábamos peleando y reaccionó inmediatamente. Ana tomó un balde con agua y algunos cuantos hielos y se dirigió hacia donde estábamos Adriana y yo. Y mientras Adriana seguía alegando que la dejase en paz, Ana lanzó la cubeta con agua y Adriana se quedó inmóvil y enojada, todos en la fiesta nos voltearon a ver como si estuviéramos locos.

—Bueno. Adriana, te presento a Ana la ex novia y ex prometida de tu novio Jesús —le dije a Adriana.

—¡Dije claramente que no la quería conocer carajo! —dijo Adriana.

—¿Qué dices? ¿Hablas en serio? —Me preguntó Ana—. Así que Jesús después de todo decidió volver a tener una relación y con una mujer de verdad, que raro.

En ese momento incómodo en el que todos nos miraban y Adriana estaba empapada, entró Marcos y Alex hasta donde estábamos nosotros.

—¿¡Ana!? —preguntó Marcos sorprendido al ver a Ana.

—Oh, Marcos. He vuelto hermoso —dijo Ana sonriendo.

La cara de Marcos me daba a entender que Ana no era la persona a quien él esperaba ver. Solo se quedó ahí asustado mientras Ana sonreía disfrazada de un ama de llaves. Nunca imaginé el desastre que estaba a punto de desatarse en nuestras vidas.


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