Capítulo 5

 

5.

Secretos en Todas Partes.

 

Cartas. Las cartas han sido una forma de comunicarse desde hace siglos. Las usaban los hombres de gran poderío y fama cómo Napoleón para expresar los sentimientos a su amada Josefina y Beethoven a su amada Antonie,  las usaban los revolucionarios mexicanos para planear nuevas estrategias de ataque, y también eran utilizadas en tiempos de guerra. Pero en tiempos de guerra las cartas llevaban un mensaje muy distinto a las cartas que escribía Napoleón ya que no hablaban de amor, si no que hablaban de destrucción y muerte. Hace unos días por fin me di el valor de abrir aquellas cartas que alguien había mandado misteriosamente, las cartas no tenían destinatario pero tampoco un remitente. Pensé en llamar a la policía pero sabía que no se lo iban a tomar en serio ya que pudo haber sido cualquier persona, así que decidí que otro grupo de expertos me ayudaran a descubrir quién y porqué había mandado esas cartas.

—Quien sea el que la haya enviado tiene bonita letra —dijo Alex.

Estábamos Marcos, Alex, Gilberto, Adriana y yo en Starbucks tratando de averiguar por qué a nosotros nos habían enviado esa carta. Era obvio que no era para mí ni tampoco era para Adriana, esta carta era para todos los que conocemos.

—Esto es serio, Alex, alguien que nos conoce está tratando de advertirnos de algo. Yo opino que debemos de dejar de salir de noche no sabemos si nos van a matar —dijo Adriana.

—¿Dejar de salir por la noche? ¿Es que se han vuelto locos? ¡Solo mírense! Ellos lo están logrando, están tratando de hacer que nos de miedo salir a la calle, no podemos vivir con miedo —dijo Marcos.

Marcos estaba en lo correcto, creo. O sea que tenía razón en que no podemos vivir escondiéndonos de algo que no sabemos si va pasar o no pero por otra parte siempre era mejor prevenir que lamentar. Yo estaba muy asustado y no solo por nosotros ya que no sabíamos si la nota se refería a alguno de nosotros o a algún conocido.

—Yo opino que mejor si debería entregarle esta nota a la policía, nosotros no tenemos idea de quien la envió a lo mejor ellos podrán averiguar y nos libraremos de todo esto —les dije.

—Si claro —dijo Gil—. ¿Y qué les vas a decir? Hola recibí una carta sin remitente ni destino pero creo que me quieren asesinar. Esto no va a funcionar, ellos dirán que estás loco, solo nosotros comprendemos el significado de esta carta, bueno, no el significado pero sabemos que de algún modo está relacionada con los homicidios.

—Se me ocurre una idea. Deberíamos conseguir uno de esos perros que olfatean de donde vino la carta y así podríamos dar con quien la ha enviado ¿No creen? —propuso Alex.

Alex estaba decidido a dar con el asesino pero sus ideas digamos que no eran muy inteligentes. Alex en serio estaba preocupado pero no sabía qué hacer en estos casos ya que antes de todo esto su vida se resumía a sexo y desmadre.

—Alex, creo que aún no te encuentras bien de salud —dijo Marcos burlonamente—. Cómo sea. Andy, Gilberto  tiene razón, no puedes ir a la policía porque no van hacer absolutamente nada y eso lo sé yo ya qué les recuerdo que estuve en prisión hace unos días.

—Estuviste detenido en la delegación, no en prisión, ya deja de presumir —le contestó Adriana a Marcos.

De un día a otro nuestras vidas habían cambiado por completo, ahora sentíamos miedo hasta de una mosca y lo peor era que no sabíamos ni siquiera porque nos habían mandado esas cartas a nosotros y no a otros.

 

Después de la sobredosis que Alberta había tenido en Lotus, María iba a su casa a cuidarla y a ayudarla en lo que necesitara. A Alberta no le gustaba estar todo el tiempo encerrada sin salir a ningún lugar ya que ella era una persona de fiestas y locuras al igual que María pero después de aquel incidente con las drogas María se había puesto a pensar seriamente sí lo que hacía con su vida estaba bien del todo. María se había propuesto a ser una mejor persona.

Esa tarde María llegaba al departamento de Alberta después de haber ido a comprar unas cosas al súper mercado para hacerle de comer.

—¡¿Qué carajos crees que estás haciendo?!

Le dijo María a Alberta al entrar al departamento y encontrar a Alberta fumando un cigarro.

—Fumando. ¿Es ilegal? —respondió Alberta.

—El doctor dijo que no consumieras nada que fuera adictivo para ti en un par de semanas y el cigarro aparte de joder tus pulmones es muy adictivo, deja eso —dijo María y le apagó el cigarro.

—¿Sabes una cosa? No me escapé de la casa de mi madre para que otra mujer me dijera lo que estaba mal para mí. Si yo quiero fumar voy a fumar y punto.

Dijo Alberta encendiendo otro cigarrillo. María dejó las bolsas de las compras en el suelo y se sentó a un lado de ella.

—Mira. Yo no te voy a decir lo que puedes o no hacer es solo que en serio me preocupas mucho y además de que me preocupas yo te quiero. Me gustas mucho y el solo pensar que te pueda pasar algo me pone de nervios y si te llegara a pasar algo de nuevo creo que me sentiría muy culpable —dijo María tomando de la mano a Alberta.

—Si en realidad te preocupo entonces necesito que hagas algo por mí. Es muy importante —dijo Alberta.

—¿Qué cosa? —preguntó María.

María se quedó atenta a lo que Alberta iba a decir.

—Sácame de aquí ¡Me estoy muriendo de aburrimiento! Es más, ¡Moriría primero de aburrimiento qué de alguna sobredosis! Salgamos este viernes, vamos a buscar un lugar para bailar —dijo Alberta.

—Creí que me ibas a decir algo serio —dijo María y se levantó.

—¿Y qué lo que te dije no es serio? En serio te lo digo no me gusta estar aquí encerrada, necesito salir y hacer algo o por lo menos quedarme y fumar un cigarro en paz —insistió Alberta.

—No podemos salir en estos días ¿Qué no te dije? Están pasando cosas muy extrañas y no quiero que nos vayan a asesinar. Sí no te mata el aburrimiento te mataran allá afuera, de cualquier modo sales muerta.

—¿Y cómo sabes que también querrán asesinarnos a nosotras? O sea, los únicos que han muerto hasta ahora han sido puros hombres ¿Nosotras porque tenemos que temer? La ciudad es solo nuestra ¿Te imaginas? Una ciudad de puras bolleras.

—No gracias a Dios no me imagino una ciudad así —dijo María.

—Aguafiestas —concluyó Alberta.

 

Esa noche Paul y yo no salimos y nos quedamos en su casa viendo muchas películas y comiendo mucha comida chatarra. Acabábamos de ver Lo Que El Viento Se Llevó y en seguida nos fuimos a dormir. Pero no podía dormir bien, daba vueltas de un lado a otro y me acomodaba constantemente la almohada. Intenté dormirme contando las grietas que estaban en el techo de Paul pero ni así lo conseguí. Me levanté por un vaso de agua y salí al balcón a fumar un cigarro. No podía dejar de pensar en la carta, estaba obsesionado y quería una respuesta de lo que significaba. En eso llegó Paul y se sentó en la banca del balcón.

—No podía dormir —le dije a Paul.

—Yo tampoco. En realidad si podía pero te movías tanto que no me dejabas dormir —dijo Paul.

—Es solo que estoy muy preocupado.

—Te comprendo. Pero debes descansar, mañana iremos al cine e iremos a cenar algo para que te distraigas de todo lo que ha estado sucediendo ¿De acuerdo? —me preguntó Paul.

—Creo que Jesús está involucrado en todo esto. Gilberto piensa igual que yo pero ni siquiera lo podemos probar. Adriana dice no saber nada dice que él es muy distante y que le guarda secretos. ¿Cómo alguien con quien sales te guarda secretos? Es peor que guardarle secretos a tus padres ¿No lo crees?

Paul se quedó callado cómo si hubiera dicho algo difícil de contestar.

—¿Por qué el silencio? —le pregunté a Paul.

—No nada es que estaba tratando de comparar la vez que te guarde el secreto de mi ex prometida con el secreto que aún le guardo a mis padres. Pero no sé cuál era peor —respondió Paul.

No sabía si debía preguntarle cuál era el secreto que les guardaba a sus padres ya que no era asunto mío, pero eso no quiere decir que no fuera asunto de los dos. Hablamos de sinceridad.

—Paul, ¿De qué secreto estás hablando?

Paul se volvió a sentar en la banca y suspiró mientras puso sus manos en la boca. Me miró. La curiosidad me mataba.

—Mi familia siempre ha sido presbiteriana por lo tanto siempre han sido muy conservadores, ya sabes, ‘‘oh si Jesús es mi señor’’ y todo eso. Cuando mi hermana se embarazó a los 16 años mis padres la echaron de casa, le dijeron que era una vergüenza para la familia y que no querían volver a verle. A mi madre siempre le ha importado más el qué dirán así que cuando echaron a mi hermana de casa sabía que yo jamás podría decirles mi gran secreto.

—¿Cuál? —pregunté.

—Ya sabes de lo que hablo. Hablo de mi sexualidad —respondió.

Aparentemente Paul había logrado que dejara de pensar en aquella carta, pero ahora me obsesionaría con el secreto que me había dicho.

 

—Yo no veo ningún problema en eso. El único problema que veo aquí es que por lo visto no te gusta que te guarden ningún secreto.

Me dijo Marcos mientras estábamos caminando por la calle. Era obvio que Marcos estaría de acuerdo con Paul ya qué Marcos, al igual que Paul, jamás les había dicho a sus padres sobre su orientación sexual. Los padres de Marcos vivieron en México muchos años hasta que Marcos  salió de la secundaria, entonces los padres de Marcos volvieron a Brasil y Marcos se quedó a vivir con sus tíos. Así que jamás tuvo la oportunidad de decírselo a sus padres.

—¿Pero qué pasa si en algún momento de necesidad o alguna emergencia tengo que conocerlos? ¿Qué se supone que les voy a decir?

—¿Emergencia para conocer a sus papás? ¿Qué clase de emergencia? ¿Cómo un holocausto o algo así? —preguntó Marcos.

—Si claro búrlate de mí todo lo que quieras pero lo digo en serio. Qué tal si algún día Paul tiene un accidente y debo llamar a sus padres ¿Qué les voy a decir?

—Nada simplemente decirles que eres un amigo, no tienen por qué enterarse. Además, perdón que me meta pero sí Paul no les quiere decir acerca de su sexualidad es asunto suyo, no tuyo. Es algo que él debe arreglar ya sea que se los diga o no —dijo Marcos.

—¿Quieres que te diga la verdad? —le pregunté a Marcos.

—No —respondió Marcos.

—Okay —le dije—. ¿A dónde vamos? Ya llevamos mucho rato caminando ¿Solo me sacaste a pasear?

—No. ¿Recuerdas que Adriana me dijo que debería invertir mi dinero el algo que me guste y que además me deje ganancias?

Asentí con la cabeza.

—Pues ya he decidido que es lo que voy hacer con mi dinero y mi tiempo libre. Date la vuelta y cierra los ojos.

Me dijo Marcos al deteneros a media calle. Lo hice y me imaginaba que me iba a salir con una de sus estúpidas bromas infantiles. Me hizo caminar unos cuantos pasos hasta detenernos de nuevo.

—Abre los ojos —dijo Marcos.

Abrí los ojos lentamente por temor a que fuera una broma. Al abrir los ojos completamente solamente vi un establecimiento que estaba abandonado, no tenía muchos cuidados y había un indigente dormido en la banqueta. Supuse que era una broma y sonreí pero cómo aún no lo tenía muy claro decidí preguntarle.

—¿Compraste un indigente, con todo y casa? —le pregunté.

—No seas idiota. Compré este lugar y lo voy a convertir en el Bar más visitado de toda la zona. Pero vamos no seas idiota, vamos a entrar, ya me dieron la llave.

Ahora más que nunca deseaba que esta fuera una broma más de Marcos. Con mi cara de gusto fingida entramos al lugar. No hace falta decir que el lugar era una porquería ya que con solamente ver la fachada me lo imaginé. Tenía algunas ventanas rotas y no había electricidad. Incluso los azulejos del piso estaban quebrados.

—Marcos, ¿Lo dices en serio? —le pregunté seriamente.

—Pues obvio. Y lo mejor de todo será que podré tener bebidas alcohólicas gratis y cuando un tipo bueno se entere de que este es mi Bar va a querer follar conmigo hasta la muerte.

—Que genial pero solo tengo una duda. ¿Cómo vas a convertir este basurero, perdón por la palabra, en un Bar de moda? —le pregunté.

—Andy no seas idiota, con dinero todo es posible y cómo ya tengo contratistas trabajando es cuestión de un par de semanas para ver este lugar en un paraíso —dijo Marcos extendiendo los brazos.

—Pues, ¡Enhorabuena! —le dije alegre—. ¡Mazel Tov!

Había sido sincero con Marcos ya que le dije que ese lugar era un basurero. Sí Marcos fracasaba al menos se lo advertí.

 

Ese mismo día pero al sur de la ciudad, Gilberto llegaba a casa de León para que se fueran a ver un desfile de modas que había organizado la compañía de Adriana y de su amiga. Gilberto se bajó del taxi y vio que un camión de mudanzas estaba sacando algunos muebles de la casa de León. De inmediato Gilberto pensó lo peor y entró corriendo a la casa donde encontró a Miguel, el padre de León, sentado en la mesa mientras parecía firmar unos papeles. Gilberto miró alrededor y temeroso se acercó a Miguel y le tocó el hombro con el dedo.

—¡Gil! Gracias a Dios, que bueno que estás aquí —exclamó Miguel.

—Si a mí también me alegra verle de nuevo pero ¿Por qué tanta alegría? ¿Por qué están sacando todas las cosas de su casa? ¿Y León? ¿Dónde está? —preguntó Gilberto a Miguel.

En ese momento Patricia iba gritándoles a los sujetos que sacaban los muebles de la casa.

—Estamos pasando por una crisis financiera y nos están quitando muchas de nuestras posesiones ¡Un embargo! En cuanto León se enteró se fue enojado desde ayer en la noche y no lo hemos localizado, ¿Has hablado tú con él? —preguntó Miguel desesperado.

—Si hablé con él esta mañana pero no me mencionó nada, todo parecía muy normal, ¿Desde a qué hora se fue?

—Fue como a media noche, tienes que encontrarlo, su madre y yo estamos preocupados por cómo están las cosas. Si lo ves dile que vuelva o que por lo menos nos llame para saber que está bien.

Gilberto  se había empezado a preocupar pero no solamente por su novio León, sí no también por sus suegros. Ahora estaban en la ruina y Gilberto  no podía hacer nada. Gilberto  llamó a León y León le dijo que lo vería allá en el desfile de moda.

Mientras Gilberto  iba camino al desfile no se podía evitar preguntar una cosa, ¿Por qué a las personas más caritativas les pasan cosas malas? Gilberto  sabía que si existían personas con corazón en esta ciudad esos eran los padres de León, quizás su matrimonio no fuera el más estable pero eso no los hacía malas personas, al contrario, los hacía mejores ya que a pesar de todos sus problemas no se separaron por el bien de su hijo.

Treinta minutos después, Gilberto  llegó al desfile. Era un desfile modesto ya que la ropa diseñada por Adriana no era muy famosa que digamos, había gente de la prensa interesados en la nueva propuesta que Adriana les traía. Había críticos de blogs que lo único que esperaban era destrozar con una dura crítica la ropa de Adriana y también estaba Gilberto  y León. León ya estaba sentado en segunda fila cuando llegó Gilberto  y se sentó a un lado suyo.

—¡Hola! Hasta que llegas ya empezaba a preocuparme —dijo León.

—¿Tu empezabas a preocuparte? El que estaba preocupado era yo. ¿Cómo que te desapareciste de tu casa y no volviste en todo el día? Tus papás están muy preocupados por ti, tu papá se ve deprimido y tu mamá creo que se está volviendo loca —dijo Gilberto  acomodándose.

—No me interesa hablar de eso.

—¿Qué no te interesa? León, son tus padres y te quieren de vuelta. No sé bien lo que haya pasado ayer en tu casa pero tienen que solucionarlo —insistió Gilberto.

—¡Exacto! No tienes idea de lo que pasó en mi casa así que hazme un favor. No te metas —concluyó León.

Ambos se quedaron callados y en ese momento llego María acompañada de Alberta. Se sentaron junto a ellos.

—Llegamos a tiempo, creí que llegaríamos tarde ya que cierta personita no se quería vestir decentemente —María dijo mirando a Alberta—. ¿Qué nos hemos perdido?

—Nada que te interese —contestó groseramente Gilberto.

—¿Lo ves? Nada que nos interese, así que salgamos de aquí antes de que nos vea alguien —dijo Alberta.

—Nos quedaremos aquí quieras o no. Debí dejar que te quedaras en tu casa —contestó María.

—Sí, si debiste —le dijo Alberta.

—No porque de haberlo hecho estoy más que segura que te habrías ido por ahí a hacer desmadre a algún lugar.

En ese momento las luces bajaron de intensidad y enseguida comenzó el espectáculo. El desfile fue rápido, sencillo pero con calidad tuvo muy buenas críticas. Después del desfile León se encontraba comiendo bocadillos sentado en la banqueta y Gilberto  llegó y se sentó a su lado. Gilberto  no quería meterse en los asuntos familiares de León pero no le gustaba que su novio estuviera triste.

—Ahora que ya estamos un poco más tranquilos me dirás ¿Qué carajos está sucediendo contigo? —le preguntó Gilberto  a León.

León simplemente siguió comiendo de sus bocadillos de queso mientras miraba pasar los autos uno tras otro.

—Se van a divorciar —contestó León.

Gilberto  no supo cómo reaccionar a ese comentario. No sabía que palabras eran las adecuadas para el novio que está a punto de perder a sus padres. Gilberto  abrazó a León y este a su vez comenzó a llorar.

—Desahógate, no es bueno guardar los sentimientos. Todo va estar bien, todo va estar bien —decía Gilberto  a León mientras él lloraba en su hombro—. Es mejor que pienses en todas las cosas buenas que hicieron por ti ya que estoy seguro que son más que las cosas malas.

—Tienes razón —contestó León limpiándose las lágrimas—. Tampoco es el fin del mundo, ya soy adulto y debo tomarlo como tal. Aun que siendo sincero desde hace mucho tiempo ya me había dado cuenta de lo que pasaba con mis padres.

Sí algo sabía hacer una persona cómo Gilberto, era estar en los momentos más difíciles para la gente que más quería. Y esta vez no sería la excepción. León durmió en casa de Gilberto  solo por esa noche.  

 

Ese mismo día pero más por la noche, Alex y yo salíamos de mi casa rumbo al nuevo establecimiento de Marcos. Marcos tenía algo que decirnos y parecía estar muy motivado y decidido a lo que iba hacer respecto a su nuevo negocio. Alex y yo salíamos con un poco de prisa cuando de pronto un sujeto apareció. Creí haberlo visto antes en algún otro lugar pero no estaba muy seguro.

—Buenas noches —dijo el sujeto sonriendo.

—Buenas noches —le respondí amablemente—. ¿Busca a alguien?

Sabía que no vivía en el edificio y nunca lo había visto venir de visita de alguien qué viviera en otro piso.

—Eh, si eso creo. Estoy buscando al señor Marcos, es cómo de un metro con ochenta, delgado de unos veintitantos años. Me dijeron que vivía aquí ¿Lo conoces? —preguntó el tipo.

—No aquí no vive. Y si conociera a algún Marcos creo que no es asunto de un extraño —le respondí.

—Bueno, perdone las molestias. Hasta luego —dijo el tipo y se fue.

Alex y yo nos miramos confundidos y esperamos a que él sujeto se fuera. Caminamos hasta la esquina para coger un taxi pero al llegar a la esquina recordé que se me había olvidado mi tarjeta de crédito en casa así que caminamos de vuelta al edificio y unas cuantas casas antes de llegar al edificio vimos que el sujeto de hace un rato tenía una llave y entraba al edificio cómo si nada. Alex y yo nos escondimos detrás de un auto mirando confundidos. El tipo antes de cerrar la puerta observó que nadie lo hubiera visto entrar.

—¿Quién mierda es ese? —preguntó Alex.

—No lo sé. Pero ya recuerdo a donde lo había visto. La vez que me dirigí al buzón a deshacerme de las cartas, pasé a comprar algo a la tiendita, al regresar vi que alguien salía del edificio. Es el mismo sujeto estoy más que seguro, aquella vez era más noche pero seguro es el.

—¿Y qué vamos hacer? —preguntó Alex preocupado.

Pensé un momento pero no se me ocurría nada, así que deje que la improvisación actuara sobre mí. Nos dirigimos de vuelta al edificio y entramos en silencio, todo parecía estar normal pero aun así nos dirigimos a mi departamento en silencio para evitar encontrarnos con él. Volví a pensar pero sinceramente no se me ocurría nada, Alex estaba nervioso y perdíamos tiempo valioso.

—¡Tengo una idea! —dijo Alex.

—¿Cuál? —le pregunté.

—La otra vez Adriana me dijo que Jesús le había dado una llave de su departamento en caso de emergencias, podemos buscarla y entrar al departamento de Jesús.

—¿¡Qué!? ¿Estás loco? No podemos entrar así sin más al departamento de otra persona, es ilegal. ¡Un momento! —le dije a Alex y me acerqué a él—. ¿Qué te hace pensar que ese sujeto está relacionado con Jesús?

Alex se quedó callado y no respondió a mi pregunta pero no lo juzgaba ya qué yo pensaba de la misma forma que él. Igual creía que el tipo estaba relacionado con Jesús pero no sabía que tenía que ver. Accedí al plan de Alex y buscamos la llave en el cuarto de Adriana y al encontrarla nos dirigimos nueva mente a la salida pero cuando abrimos la puerta también se abrió la del departamento de Jesús. Nos regresamos inmediatamente antes de que nos viera, abrí un poco la puerta y vi que el sujeto salía del departamento de Jesús. No lo podía creer, creía que Alex y yo nos estábamos volviendo locos pero estábamos en lo correcto. Una vez que salió el tipo del edificio nos dirigimos al departamento de Jesús. Al entrar todo se veía normal, tan normal como la última vez que entré aunque eso ya había sido hace mucho, algo había dejado el sujeto en el lugar pero no sabíamos que había sido.

—Bueno ya estamos aquí, ¿Qué estamos buscando? —dijo Alex.

—No estamos buscando nada en especial, solo estamos buscando algo que no cuadre con Jesús, ya sabes a lo que me refiero —le dije.

—Ah, no. Sí lo que estás buscando algo que diga que es un traficante de drogas o algo por el estilo no creo que tenga evidencias tan a la vista de otras personas.

—Alex, el sujeto que se acaba de ir nos preguntó por Marcos y ese mismo sujeto acaba de salir de este mismo departamento tratando de hacer como si nunca hubiera estado aquí cosa que es mentira porque cómo te dije ya lo había visto salir del edificio. Ahora sigue buscando algo ya que sí no dejo algo entonces se lo ha llevado.

—Y al parecer encontró lo que estaba buscando —dijo Alex.

Alex me señaló el escritorio del estudio donde se encontraba la computadora de Jesús, pero no solo eso, el CPU de la computadora de escritorio estaba abierto como si tuviese un compartimiento secreto. Ambos nos acercamos y ahí creímos haber encontrado el secreto de Jesús, aunque no del todo, ya que el gran secreto parecía ser una fotografía y un teléfono celular. Cogí el teléfono y lo encendí para ver los números que tenía en su agenda de contactos, me llamó la atención un número en especial, ese número estaba guardado con el nombre de ‘‘Yo’’, no dude ni un segundo y guarde el número en mi móvil y al seguir viendo a los contactos encontré el número de Marcos, pero no era el mismo número que tenía hoy, era el que tenía antes.

—¿Qué fue eso? —preguntó Alex asustado.

Alex se asomó por la ventana y pudo ver que era Jesús quien salía de un taxi y no solo eso ya que en la entrada del edificio estaba el sujeto esperándolo. Buscamos un lugar donde escondernos pero parecía no haber ningún bien sitio para esconderse hasta que Alex abrió el armario que estaba a un lado de la puerta donde Jesús guardaba sus abrigos y chamarras. Jamás había sentido tanta adrenalina.

—Estamos metidos en un pedote —dijo Alex susurrando asustado.

—Cállate, si guardamos silencio no tienen por qué enterarse que estamos aquí. Ahora, apaga tu celular, no queremos que nos descubran y nos hagan quien sabe que cosas —le dije.

—Tengo miedo, debimos irnos con Marcos ahora estaríamos soportando sus chistes de mal gusto pero al menos no estaríamos al borde de la muerte —dijo Alex entre lloriqueos.

 

Y en el centro Marcos, Gilberto  y Adriana estaban en el futuro Bar esperándonos. Ya nos habíamos retrasado media hora así que ellos se pusieron a jugar un juego de  baraja. Gilberto  estaba preocupado, Adriana estaba preocupada y Marcos estaba aburrido. La paciencia de Marcos se agotó y se levantó a por su celular para llamarnos por teléfono.

—¿Quiénes se creen para dejarnos plantados? Sí serán hijos de puta —dijo Marcos esperando respuesta de su teléfono.

Al ver que no contesté Marcos se volvió a sentar y en ese momento, entre el silencio del lugar, escucharon una especie de rechinido.

—¿Qué fue eso? —preguntó Adriana.

—Debe ser la puerta del baño, la ventana está rota y al entrar aire al baño ésta rechina horrible —dijo Marcos.

—Yo no creo que sea la puerta —dijo Gilberto.

Gilberto  señaló a donde se encontraba la barra de bebidas y ahí estaba una enorme y asquerosa rata parada en dos patas. Los tres no tardaron en reaccionar e inmediatamente se pusieron de píe.

—¡Es una rata! —exclamó Adriana.

—No me digas Sherlock —dijo sarcásticamente Marcos.

—Pues ¿Qué esperas? Es asquerosa ¡Mátala! —dijo Gilberto.

—¿Qué estás loco? Qué asco y aparte que miedo no me acercare a esa cosa ni aunque me paguen —respondió Marcos.

—Ustedes son hombres, ¡Hagan algo! —dijo Adriana histérica.

—Tengo una mejor idea —dijo Marcos y volteó a ver la puerta.

Los tres espantados corrieron inmediatamente a la puerta pero al querer abrir la puerta, el picaporte, con años de antigüedad,  se atascó y no podían abrir la puerta. Gilberto  y Adriana miraron a Marcos culpándolo y comenzaron a golpear la puerta pidiendo ayuda.

—No va funcionar, no hay nadie allá afuera —dijo Marcos.

—¿Y qué esperas que hagamos? ¿¡Qué nos quedemos aquí con esa cosa asquerosa hasta poder salir por algún lado?! —preguntó Adriana.

—Creo que eso ya no va ser un problema —dijo Gilberto.

Voltearon a ver a la barra pero la rata ya no estaba, lo que era peor porque ahora sabían que la rata podía aparecer en cualquier lugar cuando quisiera y se la encontraron donde menos la esperaban. La rata estaba parada muy ella en dos patas sobre la mesa. Los tres se fueron corriendo al baño y se encerraron.

—No creo que aquí estemos a salvo, mas ratas podrían entrar por la coladera, podrían entrar por la ventana y como la ventana da a la calle dudo que vayan a ser el único tipo de ratas que entren —dijo Gilberto.

—Oh mierda ahora me siento peor. ¡Santo Dios! ¡Soy claustrofóbica!  —dijo Adriana aún más histérica.

—Tú no eres claustrofóbica, hemos estado en lugares más cerrados, y en peores situaciones. Cómo en el metro, ¿Acaso no es peor? —preguntó Marcos.

—Eso no es gracioso, solo soy claustrofóbica en ciertas ocasiones cómo cuando me encuentro encerrada en un baño con una rata afuera y dos hombres que no son lo suficientemente hombres —dijo Adriana.

—Creo que hay que calmarnos y en vez de pensar en claustrofobia hay que pensar en cómo salir de aquí —dijo Gilberto.

—La llave de la ventana está sobre la barra de bebidas, solo hay que ir hacía allá, tomarla y salir por la ventana —dijo Marcos.

Abrieron un poco la puerta pero vieron que la rata comía sobre la barra y las llaves estaban a unos cuantos centímetros de ella.

 

Y al otro extremo de la ciudad, Alex y yo veíamos cómo el sujeto, que según escuchamos se llamaba Joaquín, intimidaba a Jesús. No habíamos descubierto lo suficiente hasta ahora pero sabíamos que Jesús estaba metido en un lío tremendo. Parecían hablar en clave como temiendo que alguien los escuchara y tenían razón ya que alguien los escuchaba. Jesús estaba sentado en el sofá con cara de preocupación y Joaquín no dejaba de culparlo pero no teníamos idea de que lo culpaba, solamente decía una y otra vez que él era el culpable de lo que pasó aquella vez, hasta que de pronto, la conversación se puso aún más interesante para nosotros.

—Me dijiste que ese tal Marcos vivía aquí y también me dijiste que no conocías a ese otro chico que vive en este piso —dijo Joaquín.

—Ya te dije que no tengo relación alguna con ellos, solo son mis vecinos y ya no hay nada más —dijo Jesús asustado.

—¿Hablas en serio? ¿Y que hay de la tal Adriana? La chica perfecta según dices, ¿Sabe acerca de tu pasado? Lo dudo.

—¿Cómo sabes quién es Adriana?

—Por favor, eres tan estúpido que todo lo que pasa en tu vida lo plasmas en una libreta —dijo Joaquín mostrándole una libreta.

—¿Dónde la has encontrado? —preguntó Jesús poniéndose de pie.

—¿En serio crees que soy estúpido verdad? ¿Qué clase de joven de hoy en día usa una computadora tan vieja? Sin mencionar, claro, que tienes una laptop, mejor dicho, tenías.

Jesús se dirigió rápidamente al escritorio donde estaba su ordenador y abrió el CPU, notó que no solo no estaba su libreta sino que también faltaba la foto. Jesús se acercó a Joaquín.

—¿Dónde está? —preguntó Jesús furioso.

—¿De qué mierda me estás hablando? —preguntó Joaquín confundido.

—Sabes de que estoy hablando, ¿Dime donde está la foto?

—No tengo idea. Y si supiera dónde está de todos modos no te la daría, no es de tu propiedad y no la mereces —dijo Joaquín.

—Es el único recuerdo que me queda de ella.

—Tanto drama por una foto. Entra a Internet y descarga una, después de todo su foto salió en un sinfín de periódicos, no veo porque no deba estar en alguna página web.

En ese momento recordé que si había visto la foto pero no la tomé. Claro que fue una duda que se aclaró en un instante ya que Alex me la enseñó. Se la había escondido entre el pantalón.

—Sabes que no voy a dejar de buscar a ese sujeto, él es el responsable de todo lo que pasó. No vas a poder vigilarlo para siempre y créeme que con esta libreta tendré suficiente información. Por cierto, supe que visitaste a mi hermano la vez pasada para pedirle dinero prestado así que lo dejaré bien en claro. No te vuelvas a aparecer por su casa de nuevo hijo de puta —dijo Joaquín y salió del lugar.

Joaquín se había ido pero Jesús se quedó ahí sentado en el sofá. Tenía una cara de angustia y de tristeza al mismo tiempo. No sabíamos que tenía que ver Marcos en todo esto pero recordé que la vez que asesinaron al chico afuera de su departamento él me dijo haberlo conocido antes pero no sabía de qué manera estás dos historias de relacionaban, quizás solo estaba alucinando pero el qué Joaquín mencionara a Marcos en su conversación me dejó preocupado.

Pasaron unos 40 minutos y Alex y yo nos quedamos dormidos adentro del armario, desperté enseguida cuando sonó la alarma de un coche que estaba estacionado en la calle y entonces me fije para ver si había alguien en la sala y si ahí estaba Jesús durmiendo en el sofá. Inmediatamente levante a Alex y abrimos lentamente la puerta del armario ya que rechinaba horrible, le dije a Alex que dejara la foto pero no quiso, dijo que esa foto nos ayudaría a descubrir lo que pasaba.

 

Mientras tanto en el Bar de Marcos la cosa no iba muy bien. Ya había pasado una hora y aún no se les había ocurrido un plan. Adriana había mandado una infinidad de mensajes de texto a mi celular pero no los había recibido ya que lo tenía apagado y cuando Adriana se quedó sin saldo para hacer siquiera una llamada a los bomberos decidió que era tiempo de actuar. Adriana se recordó que era una mujer independiente, fuerte y además de que era microempresaria y sabiendo todo esto no le podía dar el gusto a un roedor de acorralarla en un baño sin lavamanos. Esa rata tenía que irse.

—Creo que al fin se me ha ocurrido un plan —dijo Adriana levantándose del suelo—. Las ratas y los ratones solamente buscan una cosa ¿Saben lo que buscan?

—¿Comida? —preguntó Marcos.

—Así es. Las ratas son muy similares a los hombres heterosexuales son muy distraídos, les daré un ejemplo. Cuando salía con Alberto noté que cada que pasaba una mujer con el busto escotado él se quedaba viendo descaradamente y lo mismo pasa con los roedores en cuanto ven comida van tras ella así que solo necesitamos algo para distraerla y salir por la ventana —propuso Adriana.

Marcos y Gilberto  se le quedaron mirando cómo si Adriana estuviese loca pero no tenían nada que perder.

—Hay una bolsa enorme de frituras sobre la mesa ¿Qué te hace pensar que va a ir tras una carnada cuando tiene el premio mayor? —preguntó Marcos.

—Es lo mismo que con mi ex Alberto, él me tenía a mí ¿Y qué fue lo que hizo? Se fue tras una puta por un solo faje de 30 minutos. 

—Creo que ya te entendí. Los heterosexuales siempre andan detrás de lo que no pueden tener y si la rata ve que no tiene la carnada irá tras ella, ¡Que buena idea! Aunque deberías ir a ver un psiquiatra Adriana. —dijo Gilberto  y se levantaron del suelo.

—¿Pero que se supone que le vamos a lanzar? El único alimento que tenemos está allá afuera, en la mesa, con la rata —dijo Marcos.

—No hay problema siempre traigo algo de comida conmigo, soy adicta a los cacahuates así que siempre cargo con una pequeña bolsa de maníes —dijo Adriana sacando su bolsa de cacahuates.

—¿Qué clase de persona es adicta al maní? —preguntó Marcos.

Adriana abrió un poco la puerta y vio que la rata había jalado la bolsa de frituras hasta la puerta, lo que complicaba las cosas, inmediatamente Adriana empezó a hacer un chillido tratando de llamar la atención de la asquerosa rata y una vez que la rata escuchó el sonido Adriana comenzó a arrojar el maní tratando de hacerle un camino distante a la rata. Cuando la rata comenzó a seguir el maní inmediatamente Marcos, Gilberto  y Adriana salieron del baño y cogieron las llaves de la ventana, el maní de Adriana se acababa y la rata comenzaba a mirar nuevamente la bolsa de frituras y cuando la rata de dirigía nuevamente hacía la bolsa, que estaba muy cerca de ellos, Adriana pateo la bolsa y todas las frituras se regaron por el suelo de aquel lugar, eso les daría tiempo para abrir la ventana y salir de ahí.

—Mira el desorden que has hecho, tomará mucho tiempo limpiar —dijo Marcos enojado.

—¿Tienes plagas en tu Bar y te preocupas por limpiar una cuantas frituras? No lo creo —contestó Adriana.

En ese momento Alex y yo íbamos llegando al Bar cuando los vimos salir por la ventana espantados y algo agitados. Todos nos miramos de una manera un tanto extraña.

—Hola, ¿Ha pasado algo? —pregunté.

—No —dijo Gilberto  y pensó—. Nada interesante, ¿Y a ustedes?

—Tampoco— dijo Alex y nos fuimos como si nada.

 

A la mañana siguiente me levanté y me dirigí a la cocina por un café cuando noté que Paul estaba sentado en el sofá platicando con María. Me pareció muy extraño así que habiendo tomado mi taza de café me acerqué a ellos y me senté en la mesita de centro. Ambos me miraron de una manera extraña era como si no quisieran que estuviera yo ahí.

—¿No se supone que debemos saludarnos? —pregunté.

—En realidad estaba platicando con María sobre un asunto y preferiría que no estuvieras aquí, no te lo tomes personal es solo que necesito un consejo —contestó Paul.

—De acuerdo —contesté confundido—. ¡Un momento! ¿Desde cuando la gente normal le pide consejos a María? No te ofendas con lo de ‘‘Normal’’, María.

—No me ofende —contestó María.

—Es algo en lo que tengo problemas y creo que alguien cómo María sabría cómo ayudarme, ¿Algún problema? —preguntó Paul.

—Está bien, yo creo que me iré a vestir. Tengo trabajo que hacer.

Les dije y me fui a mi recamara. Claro que la curiosidad me estaba matando pero no podía invadir los asuntos íntimos de Paul pero era obvio que tenía algo que ver conmigo, es decir, ellos apenas y se conocían y no tenían muchas cosas en común y ¿Desde cuándo Paul prefiere contarle los secretos a otros en vez de a mí? Aunque por otro lado podría ser algo bueno, quizás me daría un regalo por el Janucá que se acercaba o quizás me planeaba pedir matrimonio, o peor aún, ¿Planeaba terminar conmigo?

Ya daban las 10 de la mañana cuando bañado, cambiado y descansado me dirigía a trabajar en una página web de una revista. Paul ya se había ido y María se había vuelto a dormir. Miré mi reloj y vi que aún tenía algo de tiempo para sacarle algo de lo que Paul le había dicho  hace un rato. Me acerqué al sofá y desperté a María.

—Oye, María. María. ¡María! —Exclamé y desperté a María—. ¿Estás despierta?

—No güey, estoy sonámbula de seguro —dijo María con sarcasmo.

—Sabes yo tenía un poco de curiosidad. No mucha curiosidad que digamos, verdad, solamente creo que me estaba muriendo de ansiedad ¿¡Dime de que estabas hablando con Paul!? —le dije.

Tomé a María por los hombros para ejercer presión.

—¿Si te lo digo me dejarás dormir nuevamente? —preguntó María.

—Eso depende. Si va a terminar conmigo necesitare alguien con quien platicar pero si es otra cosa entonces adelante.

—Bien. Paul cree que estás molesto por un asunto que trataron ustedes dos la otra vez y me vino a pedir un consejo de cómo hacer lo que va a hacer —dijo María.

—¿Molesto? No lo estoy ¿Qué asunto? ¡Oh puta madre! Él está tratando de terminar conmigo, ¿Dime la verdad? —pregunté alterado.

—¡No! El me vino a pedir un consejo sobre cómo decirles a sus padres que es Gay ¿De acuerdo? —dijo María y se volvió a dormir.

Mis hipótesis de lo que Paul hablaba con María habían sido descartadas por completo pero al menos estaba seguro de algo. Paul me quería lo suficiente como para decirles a sus padres que era Gay. La vez que me lo confesó no me molesté, demasiado, pero creo que fue inevitable que notara mi cara de disgusto. Pobre Paul.

 

Al medio día de vuelta en el centro. Marcos y Adriana se dirigían al Bar con bolsas de veneno y otras tantas trampas para capturar roedores pero al llegar ahí vieron que se encontraban expertos trabajando en el lugar, habían acabado con la rata y sus crías. Adriana y Marcos confundidos por quién había mandado a limpiar el lugar decidieron acercarse a uno de los empleados para preguntar.

—Buenas tardes pero disculpe, ¿Quién les ha dado autorización de limpiar el lugar y como han conseguido entrar? —preguntó Marcos.

—Buenas tardes. Un señor nos contrató y nos ha dejado entrar, él dijo que vendría un joven a preguntar sobre esto, ¿Es usted Marcos? —Preguntó el empleado y Marcos asintió con la cabeza—. El señor que nos contrató nos dijo que le diéramos este número de teléfono.

Marcos no tenía idea de quién era el número telefónico pero obviamente tenía que llamar para agradecerle. Marcos espero a que contestasen el celular pero no contestaron, inmediatamente colgó, y le llegó un mensaje de texto del mismo número diciéndole que lo vería en la cafetería que se encontraba a la vuelta de la esquina.

Marcos llegó a la cafetería y busco a que alguien le hiciera señas, pero ahí, en la mesa que daba a la ventana de la calle, estaba sentado Fernando a quién Marcos no veía desde la vez que lo detuvieron. Marcos se sentó en la mesa de Fernando y después de un silencio por fin rompieron el hielo.

—Gracias por haberlo hecho. No tenías porque —dijo Marcos.

—No fue nada —respondió Fernando.

—No, hablo en serio. No tenías porque, es más, ¿Cómo has podido entrar al lugar eh? —preguntó Marcos tomando del café de Fernando.

—Bueno. Llegué al despacho de abogados porque resulta que he ganado el caso y mi parte de la herencia y me han dicho también que ya no trabajas ahí. Al preguntarle a la secretaria por ti ella me dijo cuáles eran tus planes ahora así que llamé a casa de Andy y María me lo ha contado todo. Incluyendo dónde está el lugar.

—Bueno. Gracias nuevamente y si hay algo que pueda hacer por ti sabes donde vivo y donde trabajo —dijo Marcos.

Marcos se levantó y dio unos cuantos pasos.

—Sabes que en realidad si hay algo que podrías hacer por mí —dijo Fernando y se acercó a Marcos.

Marcos sabía exactamente lo que Fernando quería dar a entender pero era algo que Marcos no podía darle, monogamia. Marcos miró fijamente a Fernando y le tomó por un hombro. Fernando sabía que esté día llegaría, el día en el que Marcos y él romperían, o técnicamente no, ya que nunca salieron formalmente, así que cuando Marcos estaba por decir la primera palabra, Fernando habló.

—Tranquilo. Sé que lo que yo quiero tú no puedes dármelo y lo de la limpieza del lugar es un agradecimiento por haberme ayudado en momentos difíciles —dijo Fernando y le tomó por el hombro.

—Bueno, entonces, creo que no hemos terminado tan mal después de todo —dijo Marcos.

—¿Terminar? Marcos, jamás empezamos nada.

En ese momento Marcos supo que no había sido tan malo del todo y que quizás esto le serviría de experiencia para en un futuro tener una relación más seria. Marcos salió del café y Fernando lo observo marcharse. Sabía que jamás se volverían a ver.

 

Mas por la tarde, Gilberto  llegó al nuevo piso donde vivía León. Era un piso no muy ostentoso pero era un lugar adecuado para vivir. León compartía la renta con una mujer universitaria que necesitaba ingresos. León abrió la puerta en cuanto llegó Gilberto  pero León no esperaba su visita. León se veía aun triste y aparte se veía preocupado y Gilberto  lo notó enseguida pero trató de suponer que era por lo que pasaba con sus padres. Habían pasado unos minutos y estaban comiendo la comida italiana que Gilberto  había comprado, León estaba muy callado y Gilberto  era el único que hablaba.

—También había estado pensando en que si no te sientes cómodo viviendo en este lugar, nos podríamos ir a rentar un departamento pequeño en otra parte de la ciudad. Voy a comenzar a trabajar en el Bar de Marcos y espero que eso me traiga buenos ingresos —dijo Gilberto.

—Gil te he engañado —dijo León.

Gilberto  se quedó paralizado por la noticia, o quizás por la forma en la que León le había dado la misma. Gilberto  creyó escuchar mal.

—Perdón, ¿Qué me has dicho? —preguntó Gilberto.

—He dicho que te he engañado —repitió León.

—Si lo escuche la primera vez pero creí haber entendido mal.

Ambos se quedaron callados mirándose fijamente por unos segundos. Gilberto  volvió a comer pero se sentía demasiado traicionado como para seguir comiendo Lasaña.

—¿Solo una vez? —preguntó Gilberto.

León puso un gesto que le dio a entender a Gilberto  que lo había engañado más de una sola vez. Gilberto  asintió con la cabeza y se limpió la boca con su servilleta. Enseguida se paró y se dirigió al sofá por su mochila y por su chamarra. León también se levantó.

—Fueron solo 2 veces, estaba muy deprimido la primera vez. Mi papá me había dado la noticia de su matrimonio y necesitaba consuelo. Estaba muy triste no sabía lo que hacía —se excusó León.

—¡Cállate! Por favor, cállate —dijo Gilberto  con los ojos llorosos—, no quiero que me des detalles ni tampoco quiero que me digas porque lo hiciste ni cuantas veces lo hiciste y tampoco con quién lo hiciste y además, pudiste ir a verme si necesitabas consuelo, ¿No? Para eso somos novios para estar el uno con el otro en momentos como este.

Gilberto  se dirigió a la puerta y la abrió pero enseguida León la cerró.

—Por favor Gilberto  no te vayas. Eres lo único que me queda y si tú te vas en serio no sé lo que voy hacer.

—Si me quedó créeme que no sería bueno para los dos, ya que te podría cortar los huevos con el cuchillo con el que rebané la comida —dijo Gilberto  y volvió a abrir la puerta.

—Es muy noche, déjame acompañarte —propuso León.

—Sí claro —dijo Gilberto  sarcásticamente y se fue enojado y triste.

 

Por la noche estábamos en el departamento de Marcos, Alex, Gilberto  y yo para celebrar sobre el nuevo negocio de Marcos. Claro que hablar acerca del nuevo negocio de Marcos era lo último que teníamos en la cabeza ya que habían pasado cosas más interesantes en estos últimos días, desde la ruptura de Marcos y Fernando hasta el misterio que rodeaba la vida de Jesús. Alex y yo habíamos pensado en un plan para hacer hablar a Marcos, incluía alcohol. Ya habíamos tomado botella y media de tequila y hasta ahora lo único que conseguíamos era escuchar a Marcos hablar sobre Fernando.

—Y lo peor de todo es que los últimos días solamente me visitaba para tener sexo —dijo Marcos sonriendo—.Vaya putada.

—Si claro. Y Marcos, ¿Ya no has vuelto a tener aquellos sueños extraños en los que veías al sujeto tatuado? —le preguntó Alex.

Miré a Alex tratando de darle a entender que había sido muy directo con la pregunta. Gilberto  notó que algo nos traíamos entre manos.

—Alex, Andy. ¿Qué les parece si hacemos una piña colada? —preguntó Gilberto  levantándose.

—¿Y saben? Ahora que lo recuerdo, yo soñaba —dijo Marcos y lo escuchamos con atención—. Yo soñaba con su culito, soñaba con sus labios y soñaba con lo que sabía hacer con la lengua.

Miramos a Marcos decepcionados por lo que nos dijo. Era obvio que Marcos ya estaba pasado de copas.

—Saben, creo que si necesitamos piña colada —les dije y nos dirigimos a la cocina.

—Bueno ya que estamos aquí díganme, ¿Qué carajos están intentando hacer al emborrachar a Marcos? —preguntó Gilberto  exaltado.

Alex y yo nos miramos.

—Creía que veníamos a hacer piña colada —dijo Alex y enseguida conectó la licuadora. Gilberto  le miraba—. ¿Qué?

—Ni siquiera sabes usar una licuadora, díganme la verdad ahora mismo o no habrá piña colada —exigió Gilberto.

—Bien te lo diremos. Ayer llegó a mi casa un sujeto preguntando por Marcos lo cual me pareció extraño pero no le tomé mucha importancia hasta que unos minutos después lo vimos conversando con Jesús, el vecino, y en su conversación mencionaron el nombre de Marcos sin mencionar que tenía un teléfono móvil con su antiguo número de teléfono —le dije a Gilberto.

—¿Qué? ¿Y eso que tiene que ver con Marcos no lo entiendo? Además puede que se conocieran de antes —dijo Gilberto.

—De algún modo Andy y yo creemos que Marcos está relacionado con Jesús y este a su vez está relacionado con las muertes que han pasado últimamente —agregó Alex.

—Sin mencionar, claro, que Marcos conocía a la primer víctima.

En cuanto dije esas palabras sentí cómo si el mundo se me hubiera venido encima. Les había revelado el secreto que Marcos me había confiado pero es que lo dije sin pensar ya que ni me acordaba de ese asunto hasta ahora que lo menciono Alex. Gilberto y Alex me miraban cómo si les hubiese ocultado el mayor secreto de la humanidad.

—Bueno conocer así que tú digas conocer pues no eh —dije.

—¿Sabías que se conocían y no nos dijiste? —preguntó Alex.

—¿Cómo? ¿Ni tú lo sabías Alex? —dijo Gilberto y me volvieron a mirar de esa forma incómoda—. Pues ahora nos vas a decir lo que te dijo.

—No me dijo mucho, en serio, me dijo que lo vio en varias fiestas y que siempre iba acompañado de un novio celoso —les dije.

—Es igual que el sueño que nos contó en aquella pijamada. Mierda, creí que solo lo había soñado por lo loco que está —dijo Gilberto.

—¡Un momento! ¿Cuándo tuvieron una pijamada y porque no me invitaron hijos de perra? —preguntó Alex.

—Eso no es lo importante ahora, hemos emborrachado a Marcos para sacarle algo más de información. Estoy seguro de que algo debe de saber pero no se ha dado cuenta de que lo sabe —les dije.

—Bueno ¿Y cuál es el plan para hacer que hable? —preguntó Gilberto.

—El plan era embriagarlo no demasiado hasta que llegara a esa etapa en la que habla de todo lo que sabe pero al parecer ya ha llegado a esa etapa y lo único que hace es hablar de Fernando. ¡Oh! Claro. Y también queríamos enseñarle esta foto —dijo Alex.

Alex le enseñó la foto a Gilberto que habíamos encontrado en el departamento de Jesús.

—¿De dónde sacaron esto? —preguntó Gilberto.

—Pues de hecho la historia es graciosa porque nos metimos al departamento de Jesús y ahí fue donde escuchamos todo y encontramos esta foto —dijo Alex y Gilberto  nos miró con asombro.

—No me mires a mí, fue su idea —dije señalando a Alex.

—Después los regaño. Ahora lo más importante es saber quién es la chica de la foto y que tiene que ver con Marcos —dijo Gilberto.

—¿Tienes algún plan? —preguntó Alex.

Era obvio que Gilberto tenía un plan ya que nos miró y sonrió maliciosamente. No sabíamos exactamente lo que Gilberto  iba hacer pero confiábamos en él, claro, que tuvimos nuestras dudas cuando sin pensarlo ni un momento más se dirigió hacía Marcos y se sentó junto a él. Marcos estaba ya casi dormido.

—Marcos. De casualidad ¿Sabes quién es la chica de esta foto?

Le preguntó Gilberto a Marcos. ¡Vaya plan! Pensé, pero de un modo u otro pareció dar resultado.

—Sí, si la conozco, es Ana —dijo Marcos sosteniendo la foto.

No sabíamos quién era Ana y porque Marcos la conocía ni tampoco sabíamos porque estaba relacionada con Jesús. Al parecer en vez de conseguir respuestas, conseguimos más preguntas.



 

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